Desde la España olvidada

El vino de la semana: Maleza 2022

Viernes, 19 de Abril de 2024

Esta semana la recomendación es un vino de Sierra de Salamanca, una pequeña denominación que es una auténtica reserva de diversidad varietal y de viñas viejas, un rincón de la España vacía que acoge uno de nuestros más singulares patrimonios vitícolas. Raquel Pardo

A principios de esta semana, entre cata y ponencia que se sucedían en el Duero Wine Fest celebrado en Salamanca, los visitantes podían darse un respiro y acudir a la barra del Palacio de Congresos de la ciudad universitaria para tomarse una copa de una nada despreciable selección de vinos de diversas procedencias, todos ellos, eso sí, de Castilla y León, que para algo jugaba en casa.

 

La demora acumulada en el horario hacía que, a lo largo del día y medio que se extendió el congreso, este bar no se pudiera visitar tanto como a una le hubiera gustado, porque permitía, entre otras cosas, catar novedades regionales y probar vinos de productores que no siempre llegan a canales mainstream, por lo que allí resistía un pequeño frente vinícola al que vencer en los poquísimos tiempos muertos que se le podían sacar al encuentro vitivinícola salmantino.

 

Aun así, encontré un momento para charlar con Julián Palacios, cuidador de viñas al frente de Viticultura Viva y mantener con él una interesantísima conversación (algo que siempre ocurre con él) sobre viticultura, sobre la atención que requieren las viñas viejas en nuestro país y los caminos que hay por recorrer para preservarlas.

 

Por supuesto, esta conversación la acompañamos con un vino, que es el vino de esta semana y que, además, recoge en forma líquida muchas de las ideas que intercambiamos en esa charla. Maleza es un vino de viñas viejas que Silvia Rocher y Manu García cuidan en el pueblo de San Esteban de la Sierra, llamado así, presumiblemente, por formar parte del paisaje de la Sierra de Francia o Sierra de Salamanca; es un pueblo, claro, afectado por el vaciado de sus habitantes y su éxodo hacia la ciudad, y en su censo se cuentan 371 personas en 2023, aunque su densidad se multiplica en puentes y fines de semana gracias al turismo que acude a las proximidades de la Sierra. Allí, Silvia lidera este proyecto que se ocupa de mostrar uno de sus patrimonios más valiosos, la viña vieja de rufete, una variedad que va sonando cada vez más en boca de los iniciados, que la comparan con otras uvas ya apreciadas por su finura. Maleza recoge el paisaje de ese territorio donde, además de esta variedad, se van descubriendo otras casi extintas, cuyos misterios, y genética, se van desentramando gracias al esfuerzo de organismos como el ITACYL y su labor de investigación en esta y otras reservas de diversidad varietal, como la cercana Arribes.

 

El nombre de Maleza hace referencia a las malas hierbas (que dan nombre a su proyecto, Malahierba Vinos) y a su adaptación al paisaje, que las hace convertirse en maleza, y que para Rocher y el resto del equipo son parte esencial del carácter de sus vinos, especialmente de este. Julián y yo nos tomamos esta copa durante nuestra charla casi sin pestañear, disfrutando de su fruta exuberante y la ligereza y finura de su trago, lleno de matices silvestres de bayas rojas y aromas del campo. Maleza devenida en “bueneza” que se bebe fácil y se saborea aún más fácil, sin que el adjetivo implique que no hay un trabajo duro detrás de su viticultura y su elaboración. Sin provocarlo, el vino formó parte de ese ecosistema que creamos durante la conversación, materializando unas ideas que rondan muchas de las cabezas que se preocupan por la viticultura de calidad en este país, y se fundió, en esta ocasión, con el paisaje humano (si se puede llamar así) que revoloteaba cerca del bar.

 

PVP: 19 €

 

 

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