Tributo a un winelover
El vino de la semana: Alfonso Cortina 2019

El de esta semana es un homenaje póstumo, y en forma líquida, a un amante del vino, que supo comenzar un proyecto bodeguero con la pasión de un aficionado y la sensatez de un empresario. Raquel Pardo
Cortina era consciente de que Vallegarcía, la bodega que puso en marcha en la provincia de Toledo, cerca del Parque Natural de Cabañeros, en uno de los suelos más antiguos de la Península Ibérica y, hasta entonces, nunca plantados con viña, era un “proyecto serio del que viven familias”, como indicaba el diario Cinco Días en su obituario, tras la muerte del empresario en abril de 2020.
Lo que había empezado como un sueño de un winelover que se bebía el vino de la bodega familiar y que no probó jamás una Coca- Cola se convirtió en un proyecto serio con 25 hectáreas de viñedo y vinos con un irrenunciable toque francés, patria de algunas de las marcas favoritas de Cortina. Y su solidez se debe a que se fue construyendo por la base, el viñedo, y continuando por el vino, para culminar con un edificio en la finca que albergara la elaboración de tintos y un blanco que, por inédito, fue durante un tiempo el más alabado de la bodega, Vallegarcía Viognier. Para configurar la bodega, Cortina contó con la ayuda de otro enófilo (y bodeguero) empedernido, Carlos Falcó, fallecido también pocos días antes que él (y de la misma enfermedad, covid-19, que arrasó decenas de vidas más solo en ese año). El Marqués le convenció para comenzar a plantar viña, elaborar vino y le prestó a su enólogo fetiche, Ignacio de Miguel, para dar forma a unos vinos cuyo responsable final es, desde 2006, el director técnico de la bodega, Adolfo Hornos.
La prematura muerte del ingeniero y economista toledano podría haber hecho pensar, a quienes creyeran que Vallegarcía es un capricho de empresario aficionado al vino, que sería también el principio del fin de la bodega. Sin embargo, cuatro años después, ve la luz un tinto con su nombre, Alfonso Cortina, tras cuyo lanzamiento están sus dos hijos, Felipe y Carlos, lo que hace pensar en la continuidad del proyecto, ese relevo generacional que se ha ido gestando años atrás (los hermanos, de edades próximas y bien avenidos, llevan empapándose de cultura vinícola y trabajando en la bodega ya varias cosechas) y que es ansiado, a veces sin conseguirlo, por muchas estirpes bodegueras en todo el mundo: “El vino lleva su nombre en contra de lo que él hubiera querido, pero es que representa para nosotros esa excelencia que siempre quiso para el proyecto de Vallegarcía”, comentó Carlos Cortina durante la presentación del vino a un pequeño grupo de periodistas esta misma semana. Y es que este tinto lo comenzó a gestar el propio Alfonso en 2019, añada que ahora ve la luz, proponiendo a Adolfo Hornos incorporar al coupage tradicional de su buque insignia, Hipperia, dos barricas de cabernet franc, una de las variedades favoritas de Cortina, que durante años les hizo pensar en que se habían equivocado al plantarla en Toledo, pero que, ya con veinte años, empezaba a expresarse como a ellos les gustaba. Hornos combinó tres de las barricas que más le gustaban de ese Hipperia 2019 (compuesto por una mayoría de cabernet sauvignon y proporciones de petit verdot y merlot) con la apuesta de cabernet franc de Cortina y el resultado fue el tinto que ahora se ha convertido en la mejor forma de perpetuar su recuerdo para quienes le conocieron. Denso, apetecible, con notas especiadas y fruta madura, amplio y redondo, con estructura y mucha elegancia que compensa su opulencia, es de esos vinos para beber con sosiego, en una charla, y darse el gusto de disfrutar del tiempo, ese que a veces falta por querer abarcar demasiadas tareas.
Cortina, que contaba con varios miles de vinos en su colección, era partidario de descorchar, más que de guardar, por si venían mal dadas, y eso es lo mejor que se puede hacer con el vino que lleva su nombre, porque es, probablemente, lo mismo que le habría gustado a él.
PVP: 150€