La Venecia argentina

Tigre, el espíritu del agua

Martes, 30 de Julio de 2013

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En pleno delta del río Paraná y a tan solo 35 kilómetros de Buenos Aires se encuentra Tigre, un sinuoso dibujo de canales navegables que conectan numerosos islotes. Un lugar que apabulla por su hermosura y su tranquilidad.  Ana Marcos

Una Venecia agreste y tropical a tan solo 30 minutos de Buenos Aires. Y desconocida aún para las grandes agencias de viajes. Es el momento de conocer Tigre, formado por un laberinto de canales que discurren entre altos álamos, juncos, ceibos y frutales. Este lugar posee una biodiversidad única compuesta por ríos, arroyos e islas, con una superficie de más de 200 kilómetros cuadrados.

 

Tigre, enclavado en pleno delta del Paraná, a orillas del río Reconquista –también tiene su parte de tierra firme– y al norte de la capital del país, era hasta hace poco un lugar prácticamente desconocido. Las condiciones de sus aguas no eran las mejores para el turismo, sin embargo esto está cambiando a marchas forzadas.

 

Y el agua lo es todo en Tigre, denominado así por el dibujo de un jaguar que los españoles confundieron con el otro felino. En este reducto de naturaleza, en la parte del delta no hay más caminos que los canales: los paseos en lancha-taxi o en transporte público (lanchas colectivas) se hacen necesarios y es lo que da encanto y personalidad a este espacio. En las orillas, multitud de sencillas casitas isleñas de construcción típica en madera, con pequeños embarcaderos propios, jalonan una ruta rica también en fauna. Nutrias, camarón de río, tortugas y peces pacúes son algunas de las especies que habitan la zona. Las excursiones ornitológicas son otro valor añadido de este lugar que, con más de 200 variedades, cuenta con garzas blancas y moras, gaviotas de río, tordos, zorzales y ejemplares autóctonos de la zona. Y la flora no es menos. Sauces, eucaliptos, cipreses… y azaleas y hortensias como flores más comunes. Un vergel natural cuyo nacimiento se debió a sus vicisitudes climáticas. 

 

Un poco de historia
En 1820 una fuerte sudestada –fuertes lluvias y vientos– abrió espontáneamente un nuevo curso fluvial y la península de la desembocadura se convirtió en isla, a la vez que el insignificante arroyo de Tigre se volvió tan caudaloso como para que grandes embarcaciones pudieran navegar por él. Surgió así un nuevo municipio que ya en 1900 era rico en maderas, resultando famoso por sus aserraderos y talleres de carpintería. Las frutas, conservas y licores fueron también la base de su economía. Hoy Tigre es un lugar eminentemente turístico pero aún en periodo de crecimiento, lo que le otorga una pureza que ya pocos sitios tienen en el mundo.

 

Aun así, y a pesar de su todavía precario desarrollo –lo que es una de sus mayores virtudes– la cultura está muy presente en esta villa. Destaca el Museo de Arte Tigre (MAT), uno de los diez mejores de Argentina. Ubicado en un bonito edificio de estilo Belle Époque –antiguo casino–, cuenta con obras de arte figurativo de finales del siglo XIX y del XX.

 

Si quieren conocer todo sobre este municipio, es obligada la visita al Museo de la Reconquista, situado en la ribera del río del mismo nombre, donde en 1806 desembarcó Santiago de Liniers para dar la batalla a los ingleses y recuperar Buenos Aires. Por supuesto, no falta un Museo Naval, un amplio edificio que alojó los primeros talleres de la Armada argentina. Declarado Monumento Histórico Nacional, posee importantes colecciones. En el Museo Sarmiento se rinde homenaje a Domingo F. Sarmiento, que fue presidente de la nación de 1868 a 1874 y es muy querido por los argentinos.

 

Todo sobre el mate
Uno de los museos más curiosos de Tigre es el dedicado al mate, a pesar de que la zona no se presta al cultivo de esta hierba, más propia del norte del país. Hoy en día, la infusión de yerba mate es un símbolo nacional de fraternidad entre los argentinos, tanto que todos van aspirando de la misma “paja”–denominada bombilla– mientras lo ceban (echándole más agua caliente) y entablan plácidas charlas. Actualmente hay unas 200 marcas de mate de distintos tipos –tostada, con palo, despalillada, molida fina…–, algunas de ellas incluso con distintos sabores.

 

Su preparación es todo un ritual con sus propias reglas de cortesía, como la de que la persona que hace el mate, siempre solo una, debe colocar la bombilla siempre vuelta hacia los demás. El agua debe estar entre los 70 y 80 grados. Todo esto lo explica muy bien Jorge R. Díaz, director del museo, donde se encuentra una colección de unas 2.000 piezas entre libros, recipientes para la infusión de distintos materiales de lo más exótico, antiguos envases y todo el amplio mundo existente alrededor del mate.

 

Pero si hablamos de tendencias, el lugar más pujante hoy en día es el Boulevard Sáenz Peña, una calle que es el centro neurálgico de una zona de artistas donde se respira creatividad. Cocina, arte, artesanía, ropa y zapatos de diseño… Un lugar con un espíritu muy especial formado por pequeñas casas con pequeños patios interiores que son un remanso de paz. Un barrio en alza con preciosas tiendas de flores, bonitos cafés con dulces artesanales o locales de diseño variado forman un atractivo conjunto, hoy en plena formación, de filosofía ecológica y visión solidaria. 

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