Sin perder el norte
Arrayán cumple 25 años sin parar de reinventarse
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El proyecto que fundaron José María Entrecanales y María Marsans llega al cuarto de siglo con la perspectiva de ser una de las referencias imprescindibles del vino del centro del país, gracias a la incansable labor de un equipo cuyas cabezas visibles son la propia Marsans y la enóloga de la bodega, Maite Sánchez. Raquel Pardo
“A Maite la rescaté de la Borgoña; ella tuvo el valor de cambiarla por Castilla- La Mancha y convertirse en la maga de todos nuestros vinos” comentaba la propietaria de Arrayán, María Marsans, durante la celebración, el pasado lunes, del 25º aniversario de la bodega en su finca de Santa Cruz del Retamar (Toledo). Pero lo que la empresaria llama magia es, en realidad, trabajo constante y una incansable labor de aprendizaje de estas dos mujeres, que han conseguido formar un tándem bien engranado que se ha materializado en un sólido proyecto bodeguero volcado en el territorio. Nacida en 1999, la bodega partió de la iniciativa conjunta del matrimonio formado por Marsans y José María Entrecanales, ayer presente en forma de fotos y recuerdos y en la figura de los dos hijos en común de la pareja, Mariana y Alejandro Entrecanales Marsans.
Evolución silenciosa
Entrecanales y Marsans forjaron un proyecto que comenzó muy centrado, como otras bodegas puestas en marcha por empresarios en Castilla- La Mancha, en las variedades internacionales, y con vinos que durante los primeros años llevaban el sello del entonces enólogo estrella del momento, Miguel Ángel de Gregorio. Tras la muerte, en 2008, del fundador de Acciona, y con el encuentro providencial de Marsans con la jovencísima Maite Sánchez, la bodega emprendía un silencioso y pausado cambio de rumbo, que fue virando su planteamiento y apostando cada vez más por variedades tradicionales de la región, empezando por la albillo real y la garnacha de viñedos viejos y próximos, en Almorox el primero, plantado en 1942, y en El Real de San Vicente el segundo, también plantado a mediados del siglo XX y ambos sobre suelos con componente granítica. “No importa tanto de dónde partimos, sino dónde queremos llegar”, dice Maite Sánchez; “como comenta María, hemos empezado muchas veces, y volveremos a empezar las que hagan falta”. Para ella, los 15 años que lleva perfilando y elaborando los vinos de Arrayán han sido “apasionantes, de muchos retos y mucho trabajo” y, aunque reconoce el riesgo de haber tomado algunas decisiones, “todo se ha ido ordenando con el tiempo”. Eso sí, reconoce que la bodega “está siempre en constante movimiento”.
Los primeros años los recuerda por su parte Marsans como complicados; fueron momentos en los que hubo que sacar fuerzas para sacar adelante el proyecto que había fundado con su esposo y, al tiempo, ejercer ella sola como madre de dos niños, entonces, muy pequeños. Pero su afición por el vino fue creciendo al tiempo que lo hacía su compromiso con la bodega y, con Maite Sánchez liderando la marcha en la viña y la elaboración, se fueron dando pasos para afianzar su giro hacia el terroir. En 2016 llegó la certificación ecológica, que completaba una filosofía de trabajo con levaduras propias, poca impronta de la madera y una intervención consciente, donde primara, sobre todo, el mensaje de los suelos, ya fueran los del viñedo propio dentro de la Finca La Verdosa, donde se encuentra la bodega, como del adquirido o arrendado en otras zonas, ya que se fueron sumando más vinos a la colección, esta vez, de la zona abulense de Gredos: los viñedos de pizarra y garnacha vieja del puerto de Arrebatacapas dieron a luz a lo que hoy se llama El Bufón de Arrayán Garnacha, mientras que el granito y el albillo real de viña vieja marcan el perfil de El Bufón de Arrayán Albillo Real, uno de los últimos vinos en incorporarse a la gama; vinos de puro suelo y energía telúrica que dan un mensaje claro del propósito de la bodega. Y es que Sánchez, pese a haber cambiado Borgoña por La Mancha, no pierde de vista ese referente terruñista de la región francesa para inspirarse.
Variedades de territorio
Otro de los cambios que se han producido en estos 25 años de vida de Arrayán ha sido una progresiva apuesta por variedades recuperadas e inéditas de Castilla- La Mancha y otras que, si bien no son locales, sí se han adaptado muy bien a estas latitudes de la provincia de Toledo. En La Verdosa, en 2014 y 2015 se sustituyeron algunas cepas de merlot y petit verdot, principalmente, por otras de variedades recuperadas con la colaboración del Centro de Investigación de la Vid y el Vino de Castilla- La Mancha (IVICAM). La plantación acogió así cepas de garnacha peluda, garnacha gris y garnacha blanca, de mizancho, rufete, bruñal, moravia agrai y graciano, que dan ahora origen a una gama englobada como Finca La Verdosa- Arrayán e incluye un tinto monovarietal de graciano, un blanco de garnacha blanca y gris y un rosado de garnacha peluda, que convive con su tradicional rosado Arrayán Selección, elaborado a partir de una combinación de garnacha con syrah.
El futuro: vinos de proximidad y con carácter
La segunda generación que encabezan Alejandro y Mariana ya se ha implicado activamente en las labores de la bodega; durante la presentación, Mariana Entrecanales Marsans explicó que este aniversario es un nuevo punto de partida en el que se ha ordenado la gama de vinos para aportarle coherencia, separando, por un lado, una gama de entrada llamada Arrayán Selección y que incluye un tinto elaborado con las variedades francesas de la finca y un rosado a base de garnacha y syrah; por otro, la gama englobada en el nombre de Finca La Verdosa, en el que se incluyen el rosado de garnacha peluda, el blanco de garnachas blanca y gris y el tinto de graciano; la gama La Suerte, con los vinos tinto de garnacha y blanco de albillo real, de El Real de San Vicente y Almorox, y El Bufón, que incluye el blanco de albillo real y el tinto de garnacha de Cebreros y un blanco de la recuperada mizancho.