Javier Fernández Piera

De la Petite Paris al cielo… de Madrid

Sábado, 25 de Mayo de 2024

Me encanta escuchar a los amigos franceses sus elogios hacia Madrid. En estas últimas semanas, entre catas de aterciopelados vinos de Saint-Estèphe y Margaux, he escuchado más de una vez las maravillas de la noble y leal villa y corte, incluso comparándola con las principales capitales del mundo. Exclaman ¡BRAVO! Y yo pienso que lo dicen por todo lo que pasa en el mes de mayo, pero es por mucho más. Javier Fernández Piera

Claro que también depende de cuál sea la referencia de cada uno: si tomamos la ciudad de la luz, con su majestuosidad arquitectónica, su estilo único palpable en calles y locales y la cultura que se respira en cada rincón, pues tenemos difícil encontrar ese marco incomparable que nuestra mente busca odiosamente. París es una gran capital a todos los niveles. Pero los propios franceses la comparan, y a nuestra querida capital del vino, Burdeos, la llaman cariñosamente “la petite Paris”. Burdeos es más pequeña, pero tiene esos magníficos edificios donde se respira historia triunfal, y en un paseo de una mañana puedes recorrer preciosas avenidas y plazas donde tomar, además de un vino mejor, un croissant y un café sin hacer cola. Fue Victor Hugo quien dijo aquello de “Coge Versalles, súmale Amberes y tendrás Burdeos”. Infraestructuras palaciegas y frenética actividad económica, social y cultural. Y a descorchar.

 

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Pues ahí está Madrid. Sin mar (como París o Burdeos), pero con río y “ríos”. El Manzanares, que cada vez atrae más planes, desde las exposiciones del Matadero hasta los conciertos en La Riviera. Y los ríos afluentes de inversión, creatividad y visitantes que están haciendo crecer la ciudad a lo alto.

 

Cada vez más azoteas se acondicionan y no solo para comer y beber en las que, dicen, son de las mejores puestas de sol urbanas. También se llenan de artistas o flamencos que contribuyen a que cualquier velada sea memorable. Y de ida, o de vuelta, pasear por los museos, exposiciones vanguardistas, murales callejeros… Madrid, como la nueva ola de vinos que han dejado atrás su estático clasicismo, ¡está vibrando!

 

Y se oye, se escucha. Cada vez recibimos más turismo que viene a disfrutar de una ciudad que tan pronto te organiza una pasarela de moda en bicicleta, o la Fórmula 1, o un mercado gastronómico en el hall del Auditorio Nacional después de un concierto de órgano un sábado por la mañana. Esto me lo contó un francés que había ido al famoso Bach Vermut y añadió “¡Madrid está al nivel de Nueva York!”, pero insisto, sin caer en el chovinismo, en que Madrid es aún mejor, aunque solo sea porque Nueva York no tiene auditorio nacional… Y en musicales casi estamos a la par.

 

Así que este brindis de mayo es por la ciudad de Madrid. Por su vida, su alegría, su negocio, su vermut, su oferta en todos los sentidos, y cómo no, su gastronomía, que es la nueva “movida madrileña”. Por los profesionales de las recientes aperturas y por los de los Restaurantes Centenarios. Por quienes nos hacen felices en las mesas y quienes luego dejan relucientes las calles. Que sigan los bares llenos, que las terrazas no paren y que Madrid siga sacando lo mejor de sí. ¡Si hasta las bodegas de Burdeos cada vez vienen con más ganas (y recursos y posibilidades) de vender vino aquí!  Pues que sigan viniendo, y desde las alturas de todo este firmamento cultural, saludamos y damos la bienvenida a versallescos, amberinos, forasteros y peregrinos.

 

Ahora se explica que, durante la pandemia, los queridos vecinos franceses mantuvieran el turismo llenando nuestras calles y bebiendo nuestros vinos… pues yo digo ¡BRAVO POR ELLOS! que nos han ayudado a que Madrid llegue, de la Petite Paris, al cielo.

 

 

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