Summer wine
Summer Wine es una enigmática canción, escrita por Lee Hazlewood, quien adquirió relevancia en su interpretación junto a Nancy Sinatra. Además existe una gran versión a cargo de Lana del Rey y Barrie James O´Neill. Recomiendo leer este texto con ese tema de fondo. Cualquiera. Mejor los dos. Santiago Rivas
Así compensamos el hecho de que, más allá del título, este texto no va a ser nada lírico y su calidad artística resultará cuestionable, pero es que el tema hoy es una denuncia, pataleo, porque sí, ya está aquí: se viene un nuevo verano.
Cada año en Sobremesa, creo que es ya una tradición, una broma interna con los lectores, traigo a colación esta estación, dado que es donde toman forma todos los horrores de un aficionado, experto, iniciado o interesado en el mundo del vino. Pero, si bien siempre he puesto el foco en el usuario, creo que es tiempo de homenajear a otra parte de los involucrados que también sufre, me he percatado de ello, especialmente en esta época.
Desde aquí quiero rendir pleitesía, poner en valor, a esos profesionales que regentan un bar de vinos con terraza y solo se les sientan seres humanos pidiendo una cervecita. A esos sumilleres a los que se les solicita un vino muy frío con la barroca acotación de: “y bueno, también échame un hielo”.
Insisto: es verano, el personal sale más y hasta más tarde (total, no se va a poder dormir con el calor), por lo que también toca lidiar con los que se presentan a quince minutos antes del cierre prometiendo que solo toman una y se van.
Se tira mucho de cubiteras para poder mantener fresquitos los vinos; eso va a provocar que, cuando los acaben, dejen boca abajo la botella a modo de BatSeñal para que el camarero sepa que es momento de pedir otra. Esta costumbre, de la que desconozco su origen, es de las que más desasosiego me produce, a tal punto que, comentándolo con sumilleres, me confirman que también les desagrada enormemente dicha técnica de aviso, pero no sabemos bien la razón. Creo que es por pura estética: hay algo atávico aquí, pero, por favor, no lo hagáis; dejad la botella vacía en la puta mesa bien visible. Se darán cuenta igual.
Otro profesional al que hay que empezar a visibilizar es aquel que imparte catas particulares en domicilios privados. Ojo con esta profesión en plena epopeya estival. La irrupción de localizaciones al aire libre, más alcohol, más piscinas, es peligrosísima. Además, insisto, las juergas se alargan, por lo que estos sufridos trabajadores van a tener que aguantar gente ebria, muy pesada, y espérate no acabar bañándote, normalmente, de manera involuntaria. Imprescindible, para estos trances, tener un móvil a prueba de chapuzones.
También las tiendas especializadas. Al hacer el maldito buen tiempo, amigotes y familias quedan más, y esto hace que se presente en estos comercios más gente con ganas de enredar. Y entretanto, los dependientes martirizados porque no encuentran ese Burdeos de Rioja, porque no saben lo que quiere decir el cliente con eso de: “dulce pero no dulce”, porque no tienen ese “mejor vino del mundo” que han sacado en las noticias, porque quieren un vino muy bueno pero no gastarse más de 10 euros, porque quieren una referencia que sirva para hacer sangría, porque no quieren vinos blancos que en su quedada no hay mujeres, tampoco vinos naturales que eso es de rojos o porque quieren unas buenas copas, pero de plástico, que como se rompa una de cristal en la piscina no veas la liada con los peques correteando por aquí.
Si es que poco nos pasa.
En definitiva: estemos juntos, no os enfadéis que eso es lo que les gusta, llevémoslo con dignidad, todo pasará porque al final todo pasa y aquí seguiremos y son solo unos meses, septiembre ya está casi aquí, ese es el final de nuestro túnel.
Sobreviviremos un año más.
Estoy con todos vosotros y con todas vosotras.
Ánimo, chavalada.
Imagen: Jakob Owens // Unsplash
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