Mayte Lapresta

Aventurarse

Sábado, 01 de Junio de 2024

La guindilla de la vida son esas experiencias vitales con un toque de cierta insensatez, que nos hacen temblar en esa mezcla extrañamente maravillosa entre el miedo y las ganas de superación. Mayte Lapresta

Ese lanzarse al vacío en parapente o pasear bajo el mar con una botella de oxígeno a la espalda, subirse a una montaña rusa o tirarse en una tirolina infinita –y Dios sabe dónde está el final–. Adrenalina a tope, sangre bombeando en tus sientes, un rezo interior y un grito gutural que a menudo no sale de la garganta. Y lo haces. Te lanzas y piensas que tu valentía te hace salir de tu área de confort, de tu vida burguesa de menú degustación y tinto en copa Riedel. Pero los riesgos reales, los que de verdad ponen los pelos de punta, no suceden en lo alto de un cañón ni frente a una cascada. Basta con ampliar el angular de la cámara y nos enfrentamos a verdaderas amenazas, a retos que ponen a prueba el tesón, la fortaleza, el equilibrio. Muros que atravesar como héroes mundanos que aprenden a colaborar en una inmensa colmena cuasi perfecta donde cada uno tiene su misión y debe cumplirla desde el respeto y la paz. Y todo funciona hasta que de repente el equilibrio se rompe y hay que buscar nuevos caminos, hacer tuyos retos comunes, atreverse a cambiar las cosas. Sostenibilidad, desarme, cordura en las relaciones internacionales, respeto a la vida. Esos son los paracaídas para los riesgos reales que se unen como nubes negras a los cotidianos. Y nos enfrentamos a ellos mientras criamos hijos y sembramos en ellos anhelos, sueños y sensibilidad, cuidamos a padres que envejecen y se marchan dejándonos huérfanos de alma. Velamos por el amor de pareja, buscando la ilusión propia y ajena. Porque a veces no somos conscientes del tiovivo que supone nuestra cotidianidad, con sus más y sus menos, sus arriba y abajo, sus voy y vengo. 24/7/365 posibilidades de sal, pimienta y chile. Y cuando termina el día de lucha y trabajo, de escollos vencidos y otros no superados, deberíamos sonreír y sentirnos orgullosos por cabalgar, con mayor o menor éxito, a lomos de la indomable y siempre sorprendente vida... Sin duda, la mayor de las aventuras.

 

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