Entre el cielo y el mar de la Isla Esmeralda

Al oeste de Irlanda

Jueves, 18 de Abril de 2013

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Agreste y hermosa, un recorrido por la costa occidental de la denominada Isla esmeralda pone de manifiesto toda la diversidad turística y gastronómica de una tierra donde no existen las prisas, y la leyenda forma parte del paisaje cotidiano.  Teresa Álvarez

La luz, a veces escasa y filtrada por las nubes, otras limpia tras la tormenta, hace de Irlanda un país especial. Siempre verde, siempre húmeda, siempre fresca, esta tierra heroica tiene mucho bueno que ofrecer desde el punto de vista culinario: montaña, mar y pradera confabulando en su costa oeste para dar pocos pero magníficos productos que conforman una gastronomía muy tradicional y arraigada, llena de encanto y autenticidad.

 

De todos los rincones de la isla gaélica el camino sinuoso nos lleva a la costa oeste, en la salvaje, montañosa y marina zona de Galway. Allí se encuentra una de las zonas más visitadas por los turistas de todo el mundo que buscan en Irlanda un reencuentro con la naturaleza, con la tranquilidad y, por qué no, con la música y la vida que se palpa en sus ciudades. Para conocer todos sus encantos la mejor opción es el coche, con dos inconvenientes: la conducción por la izquierda y la mala señalización. Pero se vencen con facilidad: aquí no hay prisa ni estrés, y lo mejor que te puede pasar es perderte una y otra vez para descubrir que, fuera de las rutas marcadas, hay tanta o más belleza esperándote.

 

Lagos y praderas
Esta región casi despoblada abre una ventana a la vida tradicional irlandesa, de pueblos pequeños a gran distancia unos de otros, pocos habitantes que se saludan con nombre y apellido incluso cuando se cruzan por los caminos con los coches o pubs típicos donde comer un plato casero de pescado con una buena pinta de Guiness y terminar con un vaso corto de whiskey sin hielo en la atestada barra de madera. Tras una muy recomendable visita a la espectacular abadía de Kylemore, del siglo XIX, con su gran jardín vallado y su tienda de delicatessen (magníficas confituras y chocolates), el camino te lleva hacia el pequeño pueblo de Leenane, situado en la ribera del único fiordo de Irlanda, Killary Harbour. Un pintoresco lugar que puede convertirse en punto de referencia para conocer de cerca el proceso de cultivo y recogida de dos productos muy preciados en la zona, los mejillones y las ostras. Las granjas del bivalvo negro se pueden observar durante todo el año a lo largo del fiordo. Con sus boyas negras señalizan dónde se extienden las sogas que permitirán la fácil recogida de este manjar del mar. Por el contrario, la ostra solo puede verse cuando la marea baja, en bolsas situadas a menos de medio metro de la arena del fondo. Todos los restaurantes de la zona se precian de ofrecer los mariscos de la costa, fresquísimos y a precios irrisorios. Las elaboraciones son sencillas, con simples cocciones al vapor, crudos o con una ligera salsa de nata o de mantequilla. Dejando de lado la gamba y el buey de mar, bastante insípidos, las ostras edulis, los pequeños y sabrosos mejillones, el salmón salvaje ahumado en turba y el chowder de abadejo son gastronómicamente indispensables.

 

Los alrededores de colinas y valles infinitos, salpicados de lagos y pequeños pueblos, conforman un paisaje pintoresco y encantador hasta Clifden, la ciudad más interesante de la zona, que se abre a una amplia bahía hacia el Atlántico. Su arquitectura georgiana, sus pubs, sus tiendecitas y su ambiente rompen con el silencio que reina en toda la zona.

 

La princesa y el mar
Al área de lagos y rías de la península de Connemara se contrapone el paisaje escarpado que encontramos más al sur, recorriendo la costa desde la vibrante y siempre animada Galway, ciudad pesquera llena de buenos restaurantes, mucha vida pero con ese aspecto de pueblo que no se pierde en ninguna urbe irlandesa. Sin duda, la clave de la ciudad está en su zona peatonal conocida como Shop Street, que desemboca en el puerto con las fachadas de vivos colores tan recreadas en cuadros y postales de la zona.

 

El camino sigue por el parque de Connemara de donde procede el mármol de tonos verdes característico del oeste del país y presente en muchas de sus construcciones. A ambos lados de la carretera se pueden observar las extensas turberas, desgajadas para el uso como combustible, y por supuesto las interminables praderas donde sus robustos ponis, sus ovejas de cara negra y sus vacas pastan durante todo el año. Al final de la ruta se llega a los acantilados de Moher, que tanto emocionaron en “La princesa prometida” con sus escarpadas laderas y su mar azotando sin pausa. Ocho kilómetros y 214 metros de altitud que, si el tiempo lo permite, se pueden recorrer por tierra o por mar. También desde las localidades cercanas a este espectáculo natural parten a diario pequeños barcos que te llevan a las Islas Aran, conocidas como el edén celta, donde persisten las más viejas tradiciones del país.

 

Experiencia bucólica
Entre los numerosos símbolos irlandeses, sus características ovejas Black Face son sin duda uno de los más representados en camisetas, pines e imanes. Cualquier camino, tomes la dirección que tomes, sirve para verlas en su hábitat natural pero la experiencia de observar cómo interactúan con un pastor es un verdadero reclamo turístico. Así, granjas como Killary Sheep, en Bunowen, ofrecen al visitante el espectáculo de sus perros pastores, que obedecen las órdenes del pastor recogiendo el ganado en un tiempo récord. Además, se pueden ver demostraciones de esquilado y de recogida de turba, práctica común en la zona.

 

Un poco de whiskey
A una hora de Galway camino hacia Dublín se encuentra una de las mejores destilerías del país, no solo por la calidad de sus espirituosos, sino por las magníficas condiciones de sus instalaciones centenarias abiertas al público: Kilbeggan Distillery, fundada en 1757. La destilería ha mantenido casi intacto su molino de agua, sus piedras para moler el grano, sus contenedores de mezcla, sus cubas de fermentación y sus alambiques. Pasear por este museo nos trasporta de inmediato a las formas tradicionales de elaboración del whiskey. Dispone de un pequeño restaurante de cocina local.

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