Gastronomía de dos orillas

Este hotel de Cádiz es un refugio perfecto para huir del bullicio

Jueves, 08 de Agosto de 2024

La Tacita de Plata esconde el pequeño y nuevo hotel Olom. Frente a la catedral, un homenaje al silencio, el frescor y la pausa donde la gastronomía se escribe en mayúsculas de la mano de dos chefs, Álvaro Vela, con el asesoramiento cercano de Luis Callealta. M. L. Álvarez. Imágenes: Arcadio Shelk

El sol comienza a despertar la ciudad de Cádiz. Desde los balcones y ventanas del mágico hotel Olom los perfiles de la catedral se cuelan recortando luces y sombras. Es quizás el alojamiento mejor ubicado de la ciudad. Si subimos a su rooftop para disfrutar de un baño, eliminamos ese “quizás” para siempre. Los tejados de Gadir, Cádiz, cóctel de culturas, cuna de civilizaciones, casa de nuestra democracia, se amontonan en la estrecha península rodeada de puro Atlántico. Una copa suave y un pequeño aperitivo con vistas tras un desayuno que también ocupa los primeros puestos en la memoria de un viajante. Se ejecuta en su patio, oasis en el que esconderse probando local y viajando a México con esa aportación de los emprendedores propietarios. Zurrapa untada, chicharrones con huevos benedictinos, chilaquiles abundantes. Los huevos, por supuesto, ecológicos y la bollería recién horneada. Los panes, de La Cremita, en Chiclana. Detrás de esta abundancia, dos chefs: Luis Callealta (Aponiente y Ciclo) y Álvaro Vela (Nerua y Café Royalty), que protagonizan los espacios gastronómicos de Ettu (tiempo en fenicio), el ático Aleph (pausa) y Momento, la terraza de la plaza donde hay tapeo con mucho recetario local y precios comedidos. Sabores fáciles de entender que se tornan complejos y elaborados en la versión gastronómica del concepto, Ettu. Volvemos al recogimiento interior que se abre hacia el patio. Arte sobre rojo y negro domina pasillos y lobby. Intimidad y tranquilidad que te aísla por completo del exterior. Allí se cuece una cocina memorable que ya promete evolucionar hacia mayores logros. Hay ganas y hay saber. Y eso puede llevar hacia la eternidad –como reza la palabra fenicia Olom– de la que gozar en un pequeño hotel muy grande.

 

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Dos ases con chaquetilla

 

Conocen su tierra como nadie y saben dónde y a quién comprar. Vela en el día a día y Callealta imprimiendo sabiduría. Mucho kilómetro cero y también mucha nueva versión de platos de siempre. Tiene que haber atún y lo hay en abundancia, con un tartar o una royal que se potencia con ibérico y se termina con un mole que recuerda a un adobo. Vuelve México de manera contundente, inundando de picante y canalleo algunos de los platos. Y mucho Cádiz, como en su caballa soasada aquí preparada con zanahoria encominá y un escabeche de cebolla roja y lima.

 

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