La capital de la cerveza

Munich

Martes, 10 de Julio de 2012

La capital de Baviera celebra este verano los 200 años de los “Jardines de la cerveza”.  Este bicentenario se suma a su tradicional Oktoberfest (del 22 de septiembre al 7 de octubre), que atrae a más de seis millones de visitantes. Pedro Javier Díaz-Cano

Nos hallamos en el Jardín Inglés, el pulmón verde de Múnich y uno de los jardines paisajísticos más extensos y antiguos de Europa (creado en 1789). Aquí hay que llegar hasta la Torre Pagoda China con su cervecería al aire libre, donde los muniqueses despliegan sus manteles a cuadros, sacan sus viandas de las cestas y se solazan jarra de cerveza en mano a la mínima que el sol les calienta las mejillas. Este año viene a colación con más razón si cabe porque en Múnich y Alta Baviera se está celebrando una antigua tradición bávara: el 200 Aniversario de los Jardines de la Cerveza.

 

El origen del popular Biergarten (“Jardín de la cerveza”, en su traducción literal) se remonta al 4 de enero de 1812 tras una rebelión de los posaderos, cuando el rey Maximiliano José I les permitió ofrecer a sus clientes la cerveza recién elaborada y servirla en el acto con fiambres y pan. Este fue el principio de las actuales cervecerías al aire libre en época estival, con la particularidad de que se permite traer la propia comida de casa, como el típico brotzeit (rodajas de jamón, embutido, queso y rábano con pan), comprando allí una jarra del auténtico ‘oro líquido’ de Múnich, habida cuenta de la riqueza que generan las seis fábricas de cerveza de la ciudad.

 

Con motivo de la celebración del bicentenario, este año se llevan a cabo multitud de eventos en Múnich, como el del fin de semana especial del 21 y 22 de julio, con música, baile y comida en varios Jardines de la Cerveza de la ciudad. Todo ello tendrá su culminación en la tradicional Oktoberfest (del 22 de septiembre al 7 de octubre), que todos los años refrenda a Múnich como la capital mundial de esta bebida dorada.

 

La que está considerada como la fiesta popular más grande del mundo también cumplió 200 años en 2010, pues se organizó por vez primera el 12 de octubre de 1810 para celebrar la boda entre el príncipe Luis I de Baviera y la princesa Teresa de Sajonia. En sus comienzos se celebraba en octubre (de ahí su nombre), pero luego se adelantó su inicio a septiembre, con mejor tiempo. El año pasado volvió a tener más de seis millones de visitantes. De hecho, casi se batió el récord de cerveza consumida (un total de siete millones de litros) en sus enormes carpas, con un promedio de más de un litro por persona. Asombra saber que se trata asimismo de la fiesta más universal, al atraer a turistas de los cinco continentes, procedentes de países tan distantes como Australia.

 

Catarsis bávara         
El recinto de la Oktoberfest se llama Theresienwiese (la “pradera de Teresa”) en honor a la princesa Teresa de Sajonia, un terreno de 31 hectáreas al oeste de Múnich no muy lejos del centro (Metro Theresienwiese). Además de atracciones de feria como la noria gigante, la fiesta se desarrolla en una docena de enormes carpas (festhalle), entre ellas las de las seis fábricas de cerveza de la ciudad, las únicas que presumen de este privilegio: Augustiner, Hacker-Pschorr, Spaten, Löwen, Hof y Paulaner (esta famosa mundialmente por su cerveza de trigo). La carpa de Hof es la de mayor capacidad y puede acoger a 10.000 personas, todas bebiendo, comiendo y cantando al unísono al ritmo de la música popular que tocan las orquestas, en una especie de catarsis bávara. No obstante, la carpa más famosa y la que eligen muchas estrellas alemanas y celebridades internacionales para dejarse ver, es la de Hippodrom. Su nombre en griego se debe a que en sus comienzos el lugar albergaba carreras de caballos.

 

La consumición mínima suele ser de unos 25 euros, el equivalente al precio de dos jarras de cerveza y medio pollo asado. Siempre cabe el recurso de sustituir una jarra por más comida, como las salchichas blancas weisswürst o el codillo a la manera bávara (a la parrilla en vez de cocido). Eso sí, no hay que dejar de adjuntarle la típica rosquilla de pan salado (bretzel). A propósito de las típicas salchichas blancas de ternera que se acompañan con mostaza dulce, hay que apuntar que lo correcto es abrirlas por la mitad con el cuchillo para, una vez desprendido el pellejo que las recubre, comer solo la carne agregándole la mostaza al gusto.

 

El jolgorio llega a ser ensordecedor en el máximo fragor de la fiesta, con los asistentes cantando totalmente desinhibidos. Una imagen que no se olvida es la de las camareras desfilando cargadas de jarras de un litro de cerveza, que llevan entre sus brazos y el pecho, y en las manos. El récord que una sola ha llegado a portar es de ¡¡17 jarras de cerveza!! En la Oktoberfest todo es a lo grande, empezando por el espectacular Desfile de las Cervecerías con el que se inaugura. El tradicional grito de “O´zapft is” (“el barril está abierto”) tras la apertura de la espita del primer barril de cerveza por parte del alcalde de Múnich, se encarga de abrir la fiesta. Este año, la cita es el 22 de septiembre. En esa fecha se volverá a rendir culto al jugo de la cebada, bendecido por la gigantesca estatua de la diosa Bavaria que preside el recinto de la fiesta, hasta cuya cabeza a 18 metros de altura se puede subir para ver la panorámica.

 

Tradición y vanguardia
Aunque la Oktoberfest supone uno de los principales reclamos turísticos de Múnich (la ocupación hotelera es casi completa durante las fechas de la fiesta de la cerveza, por lo que conviene reservar con la máxima antelación), por supuesto hay que hacer algunas visitas imprescindibles en la ciudad de Alemania que mejor aúna tradición y modernidad. El mejor lugar para empezar es la Marienplatz, el corazón de Múnich, para escuchar el famoso carillón de la torre del Ayuntamiento (a las 11:00, a las 12:00 y a las 17:00 h.), cuando las figuras se mueven en círculo representando escenas de la historia de la capital bávara. Hay que proseguir por el Viktualienmarkt, el mercado de abastos al aire libre más grande y antiguo de Múnich, y continuar por la Frauenkirche, la Catedral de Nuestra Señora, uno de los emblemas de la ciudad por sus dos torres rematadas con sus características cúpulas en forma de cebolla.

 

A Múnich se la apoda con razón “la ciudad italiana más al norte”, por la arquitectura barroca de algunos de sus palacios e iglesias. El nuevo icono arquitectónico lo simboliza el futurista estadio Allianz-Arena, proyectado por el prestigioso estudio suizo Herzog-De Meuron, sede de la última final de la Champions League de fútbol. Otro edificio de arquitectura de vanguardia es el complejo BMW Welt (Mundo BMW), que presume de construcción ecoeficiente, desde sus paredes reguladoras de temperatura hasta su sistema de iluminación con placas solares.

 

A estos nuevos emblemas de la ciudad se suman algunos edificios de museos como la Pinacoteca de Arte Moderno o el Museo Brandhorst, de arte contemporáneo. La fiebre futurista se ha contagiado al campo del diseño, yendo de la mano en innovadores centros comerciales como el de Fünf Höfe (“Cinco Patios”), cuyos pasajes acogen tiendas a la última, o en los propios escaparates de las lujosas boutiques de Maximilianstrasse.

 

Nirvana gastronómico
La gastronomía no se queda atrás, con restaurantes de vanguardia como Tantris, que desde 1971 se mantiene en la cúspide culinaria, habiendo contado incluso con tres estrellas Michelin. Actualmente, la alta cocina creativa del chef austriaco Hans Hass prima el producto de primera calidad, todo un selecto festín oficiado en un sugerente marco con decoración oriental y budista que envuelve hasta alcanzar el nirvana gastronómico. Con dos luminarias en la Guía Roja, Tantris permanece entre los diez mejores restaurantes de Alemania y sus precios acompañan (ver reseña en la Agenda).

 

Quienes prefieran celebrar los 200 años de los Biergarten, siempre pueden volver al Jardín Inglés para refrescarse con una cerveza en una de las mesas alrededor de la Torre Pagoda China, bajo la sombra de un castaño. Increíblemente, el Jardín Inglés también es territorio de surfistas: se puede encontrar a jóvenes con traje de neopreno haciendo equilibrios en sus tablas y luchando contra la corriente en el cercano paraje del brioso arroyo Eisbach.

 

Así es Múnich, una sorprendente metrópolis con olor a rosquillas de pan saladas y sabor a cerveza fresca; laboriosa y emprendedora como la que más, pero al mismo tiempo, cálida, jovial, propensa a los placeres sensuales y a la cultura festiva.

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