Bodegas Gerardp Méndez

Do Ferreiro, la sabiduría del terruño

Martes, 13 de Agosto de 2024

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Con 150 microparcelas distribuidas por el Valle del Salnés buscando terruños especiales en el puzle productivo gallego. Así trabaja la familia Méndez, agarrada al valor del pasado, pero con la vista puesta en un horizonte visionario. La consecuencia: vinos que hoy están entre los favoritos de la crítica internacional. M. L. Álvarez. Imágenes: Arcadio Shelk

Podrían ser considerados los reyes de la singularidad en una región, Rias Baixas, que ya puede presumir de inimitable. Do Ferreiro registra tan solo 20 años como marca, pero su viña reivindica el honor de ser añeja y algunos de sus terruños ya fueron calificados como viñedo en 1790. Con esa base bien se cocina y de eso era consciente la familia Méndez cuando “en 1966 mi padre adquirió el primer terreno. Era herrero en Meaño y conocido por tanto como O Ferreiro, de ahí toma el nombre este proyecto”, rememora Gerardo Méndez.

 

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Porque esta bodega está hecha entre padres e hijos, vínculos de sangre que les unen como una piña alrededor de un proyecto común de calidad y peculiaridad. “Al principio no había una clara intención de proyecto empresarial, era algo puramente sentimental y de superación personal”, afirma. Pero como buen gallego su tesón le llevó a rescatar la viña centenaria de Finca de Galiñanes que hoy da vida a uno de los albariños más deseados, Do Ferreiro Cepas Vellas, que crece en cepas retorcidas alzadas con pilares de piedra tallados. Suma 200 años de historia en poco más de una hectárea de producción junto a la casa familiar con un terruño donde la piedra se halla a menos de medio metro de profundidad, por lo que las raíces luchan por el agua en un juego de supervivencia que otorga unos frutos únicos. Y esta es tan solo una de las 150 microparcelas que maneja la bodega, un reto productivo de esta gran zona vinícola fragmentada.

 

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Componen así un precioso puzle casi monovarietal que permite retar a Gerardo y a su hijo Manuel para crear vinos especiales, donde la mano del elaborador añade maceraciones en frío, levaduras autóctonas y largas crianzas a unos suelos y unas nieblas salinas que inundan gran parte de sus viñedos posibilitando una acidez marcada, punzante y unos vinos con expectativas de longevidad infinita. “Con Cepas Vellas hacemos un albariño antiguo (algunas de las uvas se recogen cuando alcanzan una botrytis noble) y solo se elabora en añadas excepcionales, siempre sobre lías”, cuenta Manuel, el relevo generacional soñado. Joven, listo, formado y apasionado. “Nuestra marca principal Do Ferreiro (80 000 botellas) es el principal vino, pero tenemos una gama con crianza en barrica, Dous Ferrados, vinos de parcela, un blanco moderno, Rebisaca, con las tres uvas albariño, treixadura y loureira y un tinto de caiño, Pazo de Lis”, añade. “Los dos blancos de pago buscan representar la tipicidad del terreno”. Adina –opulento, mineral y salino– refleja el carácter de un suelo pizarroso rojizo y Lorido, con viñedo volcado hacia la ría de Arousa, está plantado sobre xabre (granito descompuesto) y se expresa más cítrico y punzante.  

 

 

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