Cincuentenario garnachista

El vino de la semana: Scala Dei Cartoixa 2020

Domingo, 22 de Septiembre de 2024

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El de esta semana es un vino que celebra la garnacha como materia prima de grandes vinos, tintos capaces de envejecer con dignidad y hablarnos de otra época mientras nos hacen disfrutar en la copa. Raquel Pardo

El viernes fue el día internacional de la garnacha. Además, desde mediodía, y según el calendario biodinámico, era día fruta, perfecto para exprimir al máximo las virtudes de un vino elaborado con esta variedad de origen aragonés y tan nuestra, que protagoniza vinos tan diferentes en tantos lugares, desde el Ródano a Gredos, Rioja y, por supuesto, Aragón, su patria natal.

 

También hay grandes garnachas en Cataluña, especialmente, en Priorat, estrellas de vinos cargados de fruta, buenos transmisores del paisaje y capaces de proporcionar un inmenso placer. En Priorat, el viernes, día internacional de la garnacha, la variedad brilló como el centro de atención del cincuentenario de Scala Dei, la primera bodega en elaborar vino embotellado en la región y la más antigua del Priorat. El enólogo de Scala Dei, Ricard Rofes, comentaba entusiasmado cómo hay testimonio escrito, en uno de los pocos libros que pudieron salvarse del saqueo de la antigua cartuja, de que los monjes conocían y hablaban de los mejores sitios donde plantar, ya entonces, garnacha y mataró, una variedad que, explicó, se trataba muy posiblemente de la monastrell. Si bien esta uva no ha seguido presente en los vinos más emblemáticos (al menos, no en mayoría), la garnacha sí que ha formado parte del Priorat actual como lo hizo del primigenio, y Scala Dei continúa teniendo viñedos de garnacha en esos lugares que los religiosos señalaron como idóneos en el siglo XIII, ya que se sabe que en 1263 ya se elaboraba vino en las cercanías de ese lugar sacro que ocupa la cartuja, y desde el cual, cuenta la leyenda, se podía subir con una escalera hasta el cielo.

 

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Scala Dei se creó como bodega partiendo de esos viñedos, casi tocados por la mano de Dios, parafraseando al film de Sorrentino (con el permiso de Maradona), cuando cinco familias emprendedoras se hicieron con la cartuja y sus propiedades tras la desamortización de Mendizábal. Formados en 1844 como la Sociedad Agrícola La Unión, continuaron la labor emprendida por los monjes y algunas de sus botellas tuvieron reconocimientos en sendas exposiciones universales de Paris, en 1878, y de Barcelona diez años más tarde.

 

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Aunque el intento de continuar la labor bodeguera y productora se frustró, en 1973 de nuevo se juntaron cuatro familias para refundar Scala Dei y en 1974 se elabora la primera cosecha en la bodega, pionera en embotellar los vinos con Denominación de Origen Calificada Priorat.

 

Ese primer vino embotellado, el Cartoixa de 1974, se pudo probar en la celebración del aniversario el viernes, sobre el mismo suelo (protegido por una alfombra, ya que se trataba del original de la cartuja) en el que los monjes, casi ocho siglos atrás, desarrollaban allí su labor vitivinícola. El mismo vino, sin reencorchar y fruto de una recopilación generosa de botellas por parte de la propiedad. Como la audiencia era numerosa y se requirió abrir unas cuantas, Rofes deseó suerte, ya que con esa edad, la diferencia entre ellas puede dar buenas, o no tan buenas, sorpresas.

 

En la línea donde me encontraba tocó una de las botellas en las que el vino fundacional había vivido ya su mejor momento, pero, como la cata constó de otras nueve añadas (dos por década al ritmo que repasábamos junto a Rofes las idas y venidas de la bodega y del propio Priorat como región vitícola) llegó la del Cartoixa del 75 y el vino estaba espléndido, vivo, vivaz, conservando aún la fruta y dando la razón al enólogo al afirmar que esa década aún les sigue dando, cuando descorchan alguna botella, muy buenas sorpresas. “Para mí, Priorat está aún en la adolescencia, tenemos que decidir qué queremos ser de mayores”, comentó, en referencia a esos años de pasión por variedades importadas y un estilo más internacional que hacía perder la esencia prioratina.

 

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Como emotivo testimonio de la época, el hijo de Jaume Mussons, uno de los primeros enólogos de Scala Dei, estuvo presente y contó cómo su padre había cedido las marcas de Scala Dei y Cartoixa en esos años, y apostó por la tecnología moderna y los depósitos de acero inoxidable para vinificar.

 

A los 70 siguieron los 80, con Cartoixa 87 en un fabuloso estado, expresivo, con fruta del bosque y fluido en la boca, y un Crianza del 89 que sustituía al vino protagonista porque no se habían podido encontrar suficientes botellas de Cartoixa para la cata. Con esta añada, la del 89, se recordó la de los cinco “locos del Priorat” (René Barbier, Daphne Glorian, Carles Pastrana, José Luis Pérez y Álvaro Palacios) que protagonizaron la revolución que llevaría a la zona a revalorizarse y atraer inversiones y proyectos vitivinícolas cargados de interés, muchos de los cuales siguen dándonos alegrías.

 

Los vinos de los 90 contaron, ambos, una historia de mezcla de variedades autóctonas e importadas, concentración y potencia, y los de los 2000 en línea similar, especialmente el 2005. Es en 2007, con la llegada de Rofes, cuando su conversión (confesada por él mismo) al “garnachismo” tras tener como uva fetiche a la cariñena dio a Scala Dei un nuevo brío que se percibe en un Cartoixa del 2016 elegante y equilibrado (uno de los favoritos de Rofes en la cata por ser un año completo antes del periodo de sequía actual, y ya elaborado únicamente con garnacha y cariñena) y un 2020, nuestro vino de la semana, realmente expresivo, con muchísimos matices de frutas silvestres y bayas rojas, vivaz, vibrante, fluido y cargado de paisaje; pero también se aprecia con dos etiquetas ya de culto como Masdeu y Sant Antoni, garnachas fruto de territorios en altitud y zona norte que se han situado entre los vinos más interesantes del Priorat, sin olvidar, también, que en estos 50 años el clima lo ha ido poniendo cada vez más difícil y los retos, si bien no son los de los monjes en el siglo XIII, ahora tampoco son pequeños.

 

Feliz garnacha, winelovers.

 

PVP: 35 €

 

 

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