Hotel con encanto... y bodega
Concejo Hospedería, placidez en Cigales
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Este palacio y castillo reconvertido en hotel es la excusa perfecta para adentrarse en el enoturismo por Cigales, y conocer no solo sus rosados, también sus tintos y su gastronomía. Teresa Álvarez
Enrique Concejo sabía que el palacio propiedad de su familia y situado en la pequeña localidad de Valoria la Buena (Valladolid) tenía grandes posibilidades. Fue su abuelo Enrique, militar de profesión, el que le hizo ver el valor de ese caserón semi-abandonado que solo servía antaño para la guarda de material agrícola. De familia bodeguera en la un tanto olvidada denominación de origen Cigales y dedicado a la viticultura en cuerpo y alma, Enrique decidió, con el beneplácito de sus hermanos, iniciar la costosa rehabilitación de este magnífico edificio cuyo origen se remonta al siglo X, donde el paso del tiempo y sus diferentes usos como castillo y palacio están claramente marcados en su impresionante fachada de sillería, respetada sin timidez. Treinta años de obras realizadas con pequeñas inversiones personales, mucho esfuerzo y todavía más mimo fueron poco a poco dando vida a este singular hotel. Y, por fin, hace escasos tres años Concejo Hospedería abrió sus puertas. Tras un breve tiempo de rodaje ya se ha convertido en una referencia en la zona. Lo que sin duda hace únicos a sus dueños es su amor por Valoria, por su tierra, que transmiten a cuantos deciden alojarse en este pequeño hospedaje. Enrique de manera personal recorre cada rincón, cada paraje y cada viñedo con los visitantes, abre su bodega, les invita a probar sus vinos. Su entusiasmo es contagioso y hace de la estancia una experiencia vinícola muy agradable y auténtica.
Sus habitaciones tienen encanto, tan solo 14 y muy diferentes las unas de las otras, como si de una casa particular se tratase. Y para que la experiencia sea completa, Enrique ha contado con Jorge Gómez para hacerse cargo de los fogones. Jorge había desarrollado en grandes hoteles su carrera como chef y eso le permite estar preparado no solo para satisfacer las exigencias de los clientes alojados, sino de ampliar las posibilidades del lugar para eventos con muchos comensales. En su carta, mucho producto local de proveedores amigos, con su lechazo churro inevitable, su wagyu, sus setas o su queso de Valoria, otros valores gastronómicos de la pequeña localidad. En la consecución de los platos de nuevo se trasmiten esas ganas de hacer las cosas bien. Hay intención, elaboración cuidada y, todo hay que decirlo, platos más acertados y otros un tanto erróneos. El vino de la bodega familiar está siempre presente, tanto en el maridaje sugerido como en los propios platos, con salsas, fondos e incluso sorbetes elaborados con sus marcas. En los desayunos, mermeladas caseras y una magnífica terraza para aprovechar los primeros rayos de sol.