Viaje a la costa sur de Croacia
Dalmacia Central, la costa resplandeciente
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El sur de Croacia se ha convertido en uno de los destinos estivales que mayor interés despiertan en turistas de todo el planeta. Buen clima, paisajes dramáticos y una costa interminable repleta de islas. Luisa Denis
Estamos en la costa de Croacia, un país con forma de C en el que la distancia –histórica– entre el norte y el sur no se traza bien en línea recta. El suelo de la región sureña de Dalmacia ha sustentado tan pronto a aguerridos piratas ilirios como a un emperador retirado en una de las etapas más convulsas del Imperio Romano; a una hegemonía comercial veneciana o al mismo Napoleón Bonaparte, escaramuzas en el más grande de todos los conflictos modernos o distintos momentos de la etapa más sangrienta de Europa en posguerra. Sin embargo hoy es parte de uno de los países más seguros del continente y goza de los mayores parabienes del turismo internacional por sus enormes posibilidades.
Un excelente punto de partida es la ciudad de Split, el puerto más importante de la zona y segunda urbe del país en orden de población, conectada con España a través de su aeropuerto internacional. Además de apreciar la monumentalidad del Palacio Diocleciano o de la Plaza de la República, el casco antiguo de esta población está absolutamente volcado en el disfrute del visitante, si bien esto sucede de forma natural, sin el acoso comercial que cabría esperar. En el puerto, con intenso tráfico de cruceros (un importante porcentaje de los turistas que visitan el país no hace noche en tierra, sino en los barcos), podremos contratar distintos recorridos que comprendan las extraordinarias y numerosas islas del Adriático, entornos de indudable valor natural en los que disfrutar de actividades tanto acuáticas como telúricas. Se trata de lugares como Drvenik Mali, Vis, Biševo, Korula, Meleda, Šedro o Hvar, muy próximas entre sí y en las que encontraremos calas secretas y solitarias de agua cristalina, conventos silenciosos, canteras abandonadas, ancestrales ciudades fortificadas,singulares lagos salobres, sardinadas costeras, vinos cercanos, animada vida nocturna y alegres habitantes, más si cabe en verano.
Debido a la escasez de plazas hoteleras para hacer frente a la gran demanda estival, la autoridad turística del país concede a numerosas viviendas particulares –siempre bajo su supervisión– la posibilidad de ofrecer habitaciones a los turistas; una solución que, en ocasiones, puede resultar mejor y más económica que un hotel convencional, y la cual podemos consultar a través de webs como Adriatic y Apartmani Hvratska.
Continuando nuestro viaje hacia el Oeste, podemos hacer escala en la población isleña de Trogir,Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, un crisol que condensa más de dos milenios de civilizaciones en poco más de un kilómetro cuadrado.
Desde allí tomaremos la carretera a Zadar, quizás eligiendo la lenta vía costera, en lugar de la autopista, dejando la ciudad de Šibenik y su catedral de Santiago para la vuelta, una ruta que nos permitirá pasar por localizaciones como Biograd na Moru, la que fuera capital medieval del Reino de Croacia y en la que, echando a volar la imaginación, es posible encontrar misteriosas pistas de los caballeros templarios que la gobernaron.
Las islas del Adriático esconden calas secretas y solitarias de agua cristalina, conventos silenciosos, canteras abandonadas, ancestrales ciudades fortificadas para deleitar la vista y el paseo
Una vez en Zadar, nuestra percepción será la de hallarnos en una localidad compacta y monumental, pero
moderna en ánimo y ambiente. Desde su pasado liburno y romano, cuyos vestigios quedan bien patentes en el foro urbano, hasta el moderno juego de luces electrónicas llamado Saludo al sol –cuya banda sonora queda a cargo de un órgano marino que funciona al capricho de la marea–, advertiremos una ciudad que ha restaurado su sustancia histórica a golpe de determinación, mostrando capas y capas de hitos temporales en iglesias, columnas y edificios, prácticamente todos ellos con una función: una cafetería que da a una capilla de la baja Edad Media; la iglesia de San Donato, de soberbia acústica, que sirve de sala de conciertos... Su barrio universitario, muy activo, ofrece una vida nocturna desenfadada –así como los cinco nightclubs de Zadar– y la hostelería es particularmente activa.
De roca y sal
Con Zadar como campamento base podemos desplazarnos al Oeste, penetrando en una región mucho más árida en la que la piedra caliza aflora. Nuestra primera parada será la municipalidad de Pag, donde se elabora el queso Paški sir, considerado uno de los mejores del mundo, en cuya preparación se emplea leche de ovejas autóctonas de la isla que pastan en libertad y se alimentan de las hierbas aromáticas rociadas por la bura, el viento marino cargado de sal. La manufactura emblemática de la zona es el llamado Encaje de Pag, carísimo tejido ornamental de compleja confección, cuya técnica ha sido declarada Patrimonio Cultural Intangible de la Humanidad. Las poblaciones de la isla, Pag y Novalja, son mucho más activas en verano (cerca se encuentra la magnífica playa empedrada de Zre, conocida por su ambiente de clubbing) y resultan de interés las visitas al asentamiento original de la isla –hoy abandonado– y las salinas.
Aunque si se trata de salinas, a la vuelta es perentoria una visita al coqueto pueblo de Nin, bastión del alfabeto glagolítico y el idioma ruteno, repleto de curiosas ruinas como la Iglesia de la Santa Cruz –conocida como “la catedral más pequeña del mundo”– y cuyas impactantes salinas Solana tienen reputación internacional. Algo menos conocido que otros lugares de la Dalmacia Central, Nin cuenta con una completa y muy adecuada infraestructura de hospedaje, así como con diversas actividades culturales.
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