Santiago Rivas

Tu opinión (puede que no me interese)

Miércoles, 10 de Marzo de 2021

Santiago Rivas

El ya caído en desgracia y enloquecido cómico estadounidense Louis C.K. tenía una actuación en la que convertía en chiste un pensamiento occidental, muy generalizado: el personal se piensa que tiene derechos que no tiene, y los quiere ejercer. No me acuerdo de cómo lo hilaba de forma ocurrente y ridícula para hacer gracia con algún ejemplo. Da igual: ya los pongo yo: desde la gente que no cumple las restricciones legales sanitarias por creerse que tienen la potestad de no hacerlo porque ellos son muy libres y eso, hasta un tema mucho menos serio, pero en lo que a mí concierne, bastante molesto: los mamíferos que te dan su opinión.

 

Yo, en Sobremesa, básicamente cobro por eso: por dar mi parecer sobre diferentes situaciones que se dan en el mundo del vino. También analizo alguna circunstancia que me llame la atención o intento definir, con más o menos fortuna, las inercias “enosociales” que observo. Además, en mi faceta de crítico de vinos, hago selecciones de referencias que pueden ser interesantes para todo aquel que me lea. Puede ser idóneo o no, pero, por lo que sea, no solo me piden que dé mi opinión, sino que me pagan por ello. Y siempre la doy intentando que el contenido sea lo más entretenido posible.

 

Así me lo estoy montando.

 

Este contenido, además de publicarse en el propio medio (en este caso, Sobremesa) yo lo suelo mover en redes sociales dado que, ya que lo he escrito, prefiero que lo lea cuanta más gente, mejor. Y si comentan, agradecen o insultan, fenomenal: no hay publicidad mala. Por lo tanto, estoy contento de exponerme a que todo usuario en Twitter, Facebook e Instagram me dé su parecer sobre cada texto que publico. Y soy muy prolífico, un colectivo.

 

Hasta aquí todo en orden. De hecho, la mayoría de reacciones son positivas; y las que no lo son, suelen ser porque, bien no han entendido gran cosa (que de lo yo escribo a lo que los seres humanos entienden da para otro artículo), o bien tienen unos serios desequilibrios mentales perceptibles incluso en las pocas palabras que te deja un tuit.

 

En cualquier caso, resulta divertido.

 

El límite se cruza cuando un profesional del sector que se siente aludido o agraviado, a veces por nimios matices, omisiones, incapacidad lectora o por la propia desesperación y paranoia que le genera la época en la que vivimos (que no me extraña), empieza a contactarme directamente para darme su opinión. Su opinión “desde el respeto” y siempre desde el derecho que tiene, por no sé qué Carta de Naciones Unidas o película de juicios que haya visto, a expresarse utilizando un medio de contacto basado en mis datos personales.

 

Este suele ser el preámbulo de una serie de faltas de respeto, amenazas y locura que son para enmarcar.

 

Porque hay gente que se piensa que con pronunciar la palabra respeto ya está respetando, porque hay primates que piensan que tú debes escuchar lo que ellos tienen que decir. Están en su derecho. Ejemplo casi real: “Yo respeto tu opinión, pero pienso que no tienes ni puta idea de nada.”

 

Comunicado para esa gente: esto no es respetar, ni por medio ni por contenido.

 

Hay homínidos con los que no tengo relación personal de ningún tipo que utilizan los datos personales que comparto para recibir información, producto o lo que sea, no ya para rectificar algún error cometido -que también prefiero que se haga a la luz de las redes sociales, pero bueno-, sino para darme su “opinión desde el respeto”.

 

Pues esa opinión puede que prefiera que te la metas por el recto con lubricación opcional.

 

Yo tengo unas cuantas al mes de estas, y eso que ni me dedico a poner puntitos ni creo tener una repercusión comercial relevante. No quiero pensar qué mensajes recibirán los que sí se dedican a eso. Es la primera, y única, vez que voy a sentir piedad por un puntuador y, desde aquí, les mando muchos ánimos a todos.

 

Y a los opinadores “desde el respeto” que me escriben bajo la praxis que aquí afeo, pues eso: falleced.

 

 

 

SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.

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