César Serrano

Memoria en negro

Sábado, 24 de Abril de 2021

Aún hoy se puede escuchar a Magdalena Izquierdo, viuda de Nicolás Ciempozuelos, narrar con disgusto y rabia unos hechos que acontecieron hace ya más de 60 años. César Serrano

[Img #19208]Fue, cuenta Magdalena, un día que caían chuzos de punta, un día de primavera en que la ventisca parecía que lo atravesaba todo, los cuerpos, el alma. Eran los días en que su marido estaba de guardés en la dehesa La Merina, de La Jara del Valle, propiedad de don Serafín Pantrigo, un notario abulense que bajaba durante el invierno a los cálidos pastos de La Merina sus más de 300 avileñas y unas 2000 merinas, que buscaban el abrigo de estas dehesas y sus lujuriosas primaveras. "Llegaron los guardias –refiere Magdalena– a eso ya del mediodía; venían con los capotes chorreando y las botas llenas de agua y barro. Les hicimos un hueco junto a la lumbre, mien­tras se iban reponiendo del vendaval. Nicolás les sacó un jarro de vino y unos trozos de pestorejo recién hechos en las brasas de encina, allí, en un puchero de barro, también íbamos haciendo unas patatas con buena falda de cordero. Entre trago y trago –recuerda Magdalena–, uno de los guardias no paraba de maldecir su suerte y también al cabo que, en un domingo y en días como ése, les hacía rondar por esos andurriales. Fue mi Nicolás quien les dijo entonces que se quedasen a comer el puchero con la falda del cordero que habíamos matado el día anterior para el amo. Nos solíamos quedar con los menudillos, la cabeza, las patas, el pescuezo y la falda. También el hígado y las asaduras con las que íbamos a hacer una chanfaina".

 

Hubo más vino en la conversa. Después vendría el humeante guiso. Hubo también café de puchero y aguardiente de Picote de Traslasierra. Después, la despedida de los guardias. Cuenta Magdalena que tras los guardias saldría Nicolás del chufardo y se encaminó a las cercas que dan a las vías del tren, “no fuera que el temporal se hubiera llevado alguna portilla”. Fue entonces, cuan­do reparaba una de las portillas, cuando aparecieron los guardias, que a modo de saludo le pidieron el carnet. “Ya con él en las manos –recuerda enrabietada Magdalena– le soltaron, que si no sabía que no se trabajaba los domingos. Mi Nicolás les dijo que había ido porque cuando los temporales alguna portilla que otra se cae, y que estando las vías del tren cerca no quería que ocurriese desgracia ninguna, pero el guardia de las maldiciones le dijo que se callara, que la fiesta de guardar es la fiesta de guardar y que la multa era de 50 pe­setas y que la podía pagar con papel del Estado”. 50 pesetas que aún hoy le duelen a Magdalena. “Era todo muy feo, muy oscuro, muy negro, hasta la nieve era negra, siempre que venía nieve, venían desgracias. Y el pan también era negro, negro como los lutos, hasta las novias iban vestidas de negro a sus bodas. Hay que tener el alma muy negra para después de quitarte el frío y el hambre en mi casa, en mi mesa, te multen con 50 cochinas pesetas”. Magda­lena suspira hondo. “Está rico este guiso de patatas”.

 


 

Guiso de patatas con falda de cordero

 

Ingredientes

 

  • 1 falda de cordero
  • 1 kg de patatas
  • ½ cebolla
  • 1 pimiento seco
  • 1 tomate
  • 2 dientes de ajo
  • 1 cucharadita de pimentón de La Vera
  • 1 hoja de laurel
  • 1 ramita de perejil
  • ½ vaso de vino blanco
  • 1 chorreón de aceite
  • agua y sal

 

Preparación

 

En una cazuela vertemos el aceite y cuando esté caliente echamos el ajo, el pimiento y la cebolla, todo picado en juliana; dejamos pochar y añadimos la hoja de laurel, el perejil, el pimentón, el tomate y la falda cortada en trozos; rehogamos durante un par de minutos; vertemos el vino, dejamos que se evapore el alcohol y añadimos agua hasta que cubra los trozos de falda; llevamos a fuego medio durante 15 minutos, y ponemos a continuación las patatas cortadas a cachelo; añadimos agua hasta que el conjunto quede cubierto y en unos 20 minutos tendremos este económico y reparador plato en nuestra mesa.

 

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