Lugares con encanto

Hotel AC Palacio de Santa Paula, la paz del convento

Miércoles, 22 de Octubre de 2014

Para maximizar el deleite que supone viajar a Granada por placer o turismo, este hotel recién inaugurado pone a disposición del huésped la serenidad y el lujo cortesano que requiere la visita al antiguo reino andalusí. Ander Caparrós. Fotos: Archivo

A la sombra del Albaicín y el Sacromonte, emplazado junto a la cuesta que emprende el camino hacia la Alhambra, el hotel AC Palacio de Santa Paula se perfila como un lugar idóneo donde experimentar el lujo sereno propio de los antiguos establecimientos palatinos que han sufrido una remodelación acorde con los tiempos actuales, pero cuya esencia aristocrática se ha ido manteniendo indemne frente al acoso, también decorativo, de las franquicias. Para regocijo del huésped amante de la tranquilidad cortesana, este hotel de cinco estrellas abre sus puertas sobre lo que fueron el convento del mismo nombre y la Casa Morisca durante los siglos XVI y XVII, respectivamente –una nueva muestra de la vocación de simbiosis mística que viene caracterizando a Granada desde tiempos ancestrales–, pero ahora transformado en una obra maestra de la restauración gracias a una ardua reforma que le ha valido la consideración de monumento histórico-artístico, lo cual supone un motivo de orgullo para sus vecinos.

 

Cuenta con 75 habitaciones, seis de ellas suites de lujo, con vistas a la Gran Vía de Colón, o al Museo Arqueológico. Dispone de un completo gimnasio y de cuatro grandes salones, distribuidos en casi 300 m² dotados de la infraestructura más moderna para hacer frente a la contingencia de cualquier reunión social. Pero es en el ámbito gastronómico donde deja constancia de su versatilidad, poniendo a disposición de sus comensales dos restaurantes con una orientación específica claramente diferenciada; por una parte, El Claustro, ubicado en lo que solía ser el refectorio del monasterio, ofrece un servicio de alta cocina que fusiona la gastronomía andaluza tradicional con conceptos coquinarios modernos, preparados por el chef Juan Andrés Morilla. Y por otra, la terraza del hotel, en el claustro central de la abadía, dispone aproximadamente de 500 m² enmarcados por una sucesión de arcos donde los visitantes pueden relajarse mientras saborean cócteles y aperitivos o se solazan paladeando las excelencias de una culinaria internacional de primer orden, al tiempo que enarbolan una copa de vino entre las manos. Este puede ser local, nacional, europeo o del llamado nuevo mundo, puesto que su carta cuenta con numerosas referencias procedentes de todas partes del orbe. Si a esta circunstancia añadimos una exquisita decoración y la atención que caracteriza al equipo de la casa, no nos queda otro remedio que recomendarles la visita a este local, del cual el mal gusto y la estridencia parecen haber sido expulsados con tal ímpetu como si los responsables hubieran sido los propios Reyes Católicos.

 

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