Gigante de Empordà

Perelada, el gran reto de llegar a cumplir cien años

Martes, 03 de Marzo de 2015

El área vinícola del grupo que lideran los Suqué-Mateu celebra su centenario en 2023. El objetivo es que, cuando llegue ese momento, Perelada sea un gran grupo multidisciplinar y un actor relevante del vino español. Amaya Cervera. Fotos de Álvaro Fernández Prieto

Estamos en el Empordà (Girona), a tiro de piedra de la Figueres daliniana, a escasos kilómetros del cabo de Creus y muy cerca también de la frontera con Francia. Si los Pirineos actúan como abrupta separación en el interior, por la línea de la costa la continuidad es mucho más armónica. Con la diferencia de que las laderas repletas de viñas que miraban al mar se han perdido por completo en la vertiente española. El primer destello de esperanza se llama Garbet, un balcón al Mediterráneo ubicado en la finca de veraneo de la familia.

 

La recuperación de este paisaje para la vid es una apuesta de Javier Suqué, quien siempre tuvo claro que, entre los negocios familiares, quería gestionar el vino. “Mi abuelo empezó como hobby” –recuerda–; “luego hubo acontecimientos que dieron relevancia al cava, como que se sirviera a Eisenhower en su visita a España o estuviera en la boda de Balduino y Fabiola. Mi padre no se pudo dedicar mucho porque, al morir mi abuelo, los negocios de hierros dieron problemas, pero sí se le ocurrió hacer un vino de aguja junto al enólogo Enric Serra en la década de los 60 (el Blanc Pescador) y ahí fue cuando el negocio empezó a cobrar cierto volumen. Yo escogí estar en Perelada porque me hacía ilusión plantar viñas y hacer productos nuestros, de modo que la nueva etapa de elaborar vinos de calidad la siento como mía y del equipo que trabaja conmigo”.

Hace dos años se vio obligado, por circunstancias familiares, a dejar el día a día de la gestión vinícola, a reordenar los negocios y a liderar el relevo generacional. “Dos años fuera me han cambiado”, asegura. También en lo personal los retos han sido especialmente exigentes, ya que ha tenido que superar un infarto y un cáncer. Pero hoy tiene una visión muy clara del camino que debe realizar el grupo –“a seis años vista tendremos a Perelada en las zonas vinícolas más importantes de España”–, y del tiempo del que dispone: “En 2023 tendré 63 años, de modo que será el momento de que la gente joven empiece a tomar el relevo”. Se refiere a la cuarta generación, compuesta por dos hijos y dos sobrinos, la mayoría en los inicios de sus carreras universitarias, y para los que se está preparando un protocolo familiar.

 

Un grupo en expansión

 

El año 2014 se cerró con 44 millones de euros de facturación en el área vinícola del Grupo Perelada. Representa el 20% de los negocios familiares, que abarcan sectores tan variados como el ocio (casinos), la alimentación, la industria (envases) o la cultura (con su muy conocido Festival que se celebra todos los veranos en los jardines del castillo). Para el consejero delegado del grupo, el vino, en estos momentos, es un área prioritaria: “Es un sector en el que queremos invertir para convertirnos en un actor relevante en España y poder salir a vender fuera con autoridad en el segmento de los 10 a los 15 euros”.

 

"En seis años, tendremos a Perelada en las zonas vinícolas más importantes de España"

Perelada es una potencia en Cataluña. Abarca el negocio de los vinos de aguja con las marcas Blanc Pescador y el Cresta Rosada, la producción de cava que se realiza a 200 kilómetros de distancia en Vilafranca del Penedès y que asciende ya a 3,5 millones de botellas, y todos los vinos con D.O. Empordà que contarán con nuevas instalaciones, previsiblemente, para elaborar la cosecha 2006. También está presente desde hace tiempo en Priorat con un proyecto propio, Casa Gran del Siurana, que está a punto de lanzar dos monovarietales de gama alta (garnacha y cariñena respectivamente), y al 50% junto con la familia Pérez en Cims de Porrera.

 

Parte de la expansión de la que habla Suqué ya ha empezado. Primero en Ronda, donde la familia se ha ido implicando progresivamente hasta liderar un particular proyecto vitícola-inmobiliario que comercializará viviendas en el campo con viñedo, de modo que los propietarios puedan elaborar su propio vino o pedir a una bodega central que lo haga en su nombre. La “bodega central” se llama La Melonera y ya está comercializando vinos que hacen bastante hincapié en el trabajo con uvas locales como las tintas romé y tintilla o la blanca doradilla. El objetivo a medio plazo, según desvela Suqué, es elaborar entre 100.000 y 150.000 botellas al año y llegar a producir vinos de finca.

 

Perelada también acaba de poner el pie en Rioja a través de la compra de Bodegas Fin de Siglo. Sin ninguna intención de competir con los grandes de la denominación, el objetivo es “buscar un nicho y llegar a producir unas 300.000 botellas al año”. El nicho, en este caso, se llama garnacha, una variedad especialmente abundante en el valle del Najerilla donde se asienta la bodega. El primer vino que ha salido al mercado en esta nueva etapa, de hecho, lleva un 63% de garnacha en su ensamblaje.

 

Un gran conjunto monumental

 

Pero el epicentro emocional del grupo está en el castillo que los vizcondes de Rocabertí mandaron erigir en el siglo XIV. El cava Gran Claustro sigue envejeciendo en las galerías del convento del Carmen, adyacente al castillo, donde los monjes carmelitas residieron y elaboraron vino hasta la desamortización de Mendizábal. El monasterio, con su bello claustro gótico, aloja un museo del vino con más de 750 piezas diferentes y aquí se exhiben también colecciones privadas que Miguel Mateu , abuelo de Suqué, fue construyendo a lo largo de los años, en especial el museo del vidrio que, con más de 2.500 piezas que van desde el Egipto de los faraones hasta el siglo XIX, es el más importante de España.

 

El industrial catalán también amplió notablemente la ya de por sí fastuosa biblioteca de la casa de Rocabertí que cuenta, en la actualidad, con 100.000 volúmenes, entre los que destaca la colección cervantina con unas 1.000 ediciones diferentes del Quijote en 33 lenguas distintas. Cuando uno sale de los circuitos oficiales de visitas y se acerca a la zona de oficinas, las paredes están inundadas de imágenes de automóviles de La Hispano Suiza, la fábrica fundada por el bisabuelo Damián Mateu, a principios del siglo XX.

 

“Mi padre montó un casino en el castillo para poder mantener el patrimonio cultural”, rememora Javier Suqué. “Hace 30 años se creó el Festival y hace 20 años el hotel y el complejo de golf junto con un socio. Y por otro lado está el museo. Se ha intentado comercializar todo conjuntamente, pero ahora se va a hacer en serio. El futuro inmediato pasa por redecorar y remodelar el hotel, potenciar la actividad gastronómica y tener un restaurante con una estrella Michelin. El proyecto es potenciar Perelada como destino de turismo de calidad”.

 

Buscando las raíces en el Empordà

 

[Img #6435]La relación entre los vinos y este fastuoso patrimonio es evidente en las etiquetas y en las marcas. La gama Jardins es un homenaje a los jardines afrancesados diseñados en el XIX por Duvillers; Cigonyes a la colonia de cigüeñas blancas que anidan en los jardines del castillo; el nuevo blanco Collection a la valiosa colección de cristal, los Gran Claustro al sereno claustro gótico del monasterio…

 

Javier Suqué define el Gran Claustro como “el primero de la nueva etapa de vinos más sofisticados y complejos”. Elaborado con una selección de uva de las mejores fincas, es un ensamblaje de garnacha (50%) con cabernet sauvignon y merlot en el que, jugando con diferentes suelos y variedades, se busca la máxima complejidad y capacidad de guarda.

 

La tendencia en los últimos años es trabajar más con las uvas locales. “La idea”, explica Suqué, “es concentrarse en vinos tintos con base de garnacha y cariñena apoyados en las foráneas que sabemos que funcionan”. Las tintas son dominantes en la zona ya que la uva blanca solo representa el 15% de la superficie en la denominación. Todos los vinos de gama alta de Perelada proceden de cinco fincas propias que se benefician de la amplia variedad de suelos de la zona.

 

El enólogo Delfí Sanahuja nos cuenta que la pizarra se encuentra en los viñedos cercanos al mar (Garbet) y debajo de los Pirineos, aunque en esta última zona también se puede encontrar algo de granito como ocurre en la parte más alta de la finca Espolla. “Podemos tener viñedo más fresco y de montaña o viñedo más Mediterráneo”, explica Sanahuja.

 

Con un 30% de monastrell, el Finca Espolla es uno de los tintos más raciales de la casa y el que Javier Suqué suele descorchar en casa cuando recibe amigos porque “tiene un equilibrio de fruta y mineralidad que me encanta”. Quizás más conocido, por llevar más tiempo en el mercado, es Finca Malaveïna, con mayor participación de variedades foráneas y suelos, en este caso, de arcilla rojiza. Es un gran ejemplo de vino especiado, balsámico, mediterráneo, muy aromático y, probablemente, la mejor prueba de la gran conexión de estilo con los vinos franceses del Rousillon, mayor, quizás, que con otras regiones catalanas.

 

Del fascinante Garbet de suelos pizarrosos y terrazas que miran al mar nacen hoy dos tintos: el firme y muy mineral Finca Garbet apoyado en syrah y cabernet y el nuevo Aires de Garbet, una garnacha tremendamente evocadora, jugosa y expresiva. Queda aún la finca La Garriga, de suelos arenosos con grava, de donde procede un monovarietal tinto de cariñena (samsó). Aquí se encuentran las cepas más viejas y también el viñedo experimental con el que se elaboran las, en ocasiones extravagantes, pero siempre interesantes Ex Ex (por “experiencias excepcionales”). Éste es el gran divertimento de Delfí Sanahuja y un campo de pruebas cuyo último inquilino es un cabernet franc impregnado de fresco carácter mediterráneo.

 

La variedad de vinos que se elaboran es realmente importante, pero hoy los límites están más claros que nunca. “A Castillo de Perelada le pedíamos todo lo que queríamos hacer en lo comercial y eso no puede ser”, valora Javier Suqué. “Hay que hacer cada estilo en su zona”. Hoy la estrategia de expansión a otras zonas como Rueda, Ribera del Duero y Galicia está fijada que se haga a través de la compra de proyectos en funcionamiento y no empezando de cero con la plantación de viñedos.

 
 
 

Futuro prometedor

 

Dotado de casino, hotel, campo de golf y museo, el futuro del Castillo de Perelada pasa por convertirse en un destino turístico de calidad. Para ello cuenta con enoteca y bodega, y pretende tener un restaurante con estrella Michelin.

 

Garbet y la tramontana

 

“Garbet es un reto brutal ”, asegura Suqué. “Hemos llegado a vendimiar hasta 30.000 kg de uva. Se han reinjertado variedades como la merlot y ahora se trabaja con un emparrado más rastrero para proteger las plantas del viento”.

 

 

 
 

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