Soñé que era aire
Hay algo más sutil que el aire? Un suspiro, una brisa, el vapor, el aliento. ¿Y hay algo más potente? El sonido seco del viento, esa puerta que golpea, el alboroto de tu pelo, el humo denso de una hoguera. Mayte Lapresta
Las nubes avanzan deprisa por el cielo escarlata, las mieses bailan al unísono con una coreografía perfecta de ballet ruso, el humo de la chimenea escapa travieso marcando el rumbo con volutas caprichosas. Un ave atraviesa el azul intenso, jugando con sus alas arriba y abajo, trazando círculos infinitos entre corrientes de la nada. El aire. Ese vacío que lo llena todo, que hincha nuestro pecho en estas tardes de otoño mientras ves caer las hojas, mecidas por su arrítmico compás. Que arrasa tejados dejando vidas al descubierto o aplaca el calor de las bestias esas noches abrasadoras del largo estío.
"Aunque soy signo de tierra y me encuentro en el mar como pez en el agua, confieso que he fantaseado, como la mayoría de mi especie bípeda, con volar."
Aire que crea espuma, aire que obra la magia de la oxidación del vino, aire que penetra hasta las entrañas de las sensaciones portando aromas o deleitándonos con la ausencia de ellos. Aire que mantiene el vuelo del pájaro que se convierte en manjar o nos traslada en horas hasta el otro extremo del mundo para llevar esa ave fresca al plato de aquellos que allí nos esperan.
Aunque soy signo de tierra y me encuentro en el mar como pez en el agua, confieso que he fantaseado, como la mayoría de mi especie bípeda, con volar. Agitar las alas y remontar el vuelo, dejarme llevar por la corrientes arriba y abajo para aterrizar limpiamente sobre la copa de un árbol. Porque la ligereza, la sutilidad, la dulzura de una soplo de aire fresco siempre sienta muy bien, y si además eres capaz de poner los pies en la tierra a tu regreso, asunto resuelto.
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