Winelovers y Panenkitas
O de cómo nos ven los sectores más veteranos de la profesión divulgativa en cualquiera de sus disciplinas. Santiago Rivas
Como Sobremesa es una publicación gastronómica, antes de continuar, debo explicar, muy por encima, lo que es un panenkita, dado que lo normal es que lo desconozcáis. El término se relaciona con la revista futbolera Panenka, la cual, dentro de un aire algo hípster, además de presentar un cuidado formato, aborda temáticas diversas, normalmente alejadas de la actualidad sobrealimentada de los grandes equipos españoles, como “La Primera Gran Noche de Arshavin” o “El Ascenso de Mitrovic”. Bien, pues esta publicación ha coincidido en tiempo, y a veces en espacio, con la aparición de comentaristas o periodistas deportivos, de medios alternativos siempre vinculados a internet, con ganas de poner el foco en puntos diferentes a aquellos donde los pone la prensa habitual.
Unos en el big data, otros en un análisis táctico exhaustivo, algunos en ligas extranjeras… hay de todo. Esto, unido a un determinado léxico (“presión alta”, “centro tenso”), aversión al forofismo y, según el caso, bastante rigor o un alto contenido humorístico, están resultando una alternativa más que estimable a lo ofrecido por los medios clásicos, en los que demasiadas veces se cae en lo cuñado, bufandero, interesado e ignorante. Algunos de estos medios, casi siempre de manera peyorativa tildan a esta nueva ola de especialistas como “panenkitas”.
Atacan lo que no entienden, lo diferente.
Esta situación me recuerda mucho a la que sufrimos los winelovers.
Aunque en este caso, el apelativo, casi siempre utilizado de manera irónica, nos lo hemos puesto nosotros mismos a la sombra del hashtag #winelover de Instagram. Nuestro terreno de juego favorito. A nosotros nos divierte beber de todo, hablar un poco de cualquier tema y muy poco del vino en sí. Si ya sabéis que está bueno, preferimos hacer hincapié en una temática más sociológica. Antes que poner puntitos nos estimula más desentrañar que hay detrás de que un vino o una región se vuelva de culto. Qué lleva a una Denominación de Origen de estar bien considerada a quedar vetada por el iniciado.
En definitiva, analizar por qué nos da por lo que nos da.
No perdemos mucho tiempo en analizar vinificaciones, mucho menos en dar consejos enológicos; nos atrae más la construcción de una marca o el derrumbe de otra. Somos compulsivos probando vinos, muchas veces solo paramos para dormir, nos divierte incluir en nuestros contenidos otros temas porque tenemos intereses en casi todo lo que se mueve. Tener naturaleza curiosa es muy de winelover.
Todas estas circunstancias, y muchas más que aquí, por extensión, no puedo incluir, también provocan recelos en la divulgación más tradicional que no entiende cómo, si nuestra disciplina es el vino, comentamos tan poco las características organolépticas de lo probado, lo mismo lo resolvemos con un escueto “vino de fresqueo”, y tanto otras cuestiones accesorias o improcedentes pero para nosotros divertidas.
Hace poco compartí excursión con unos cuantos de este sector clásico de la prensa. A la vuelta, yendo en el tren, con todos mis deberes hechos, saqué una novela y me puse plácidamente a leer. Se trataba de un ejemplar de Bajo la Red, escrita en 1954 por Iris Murdoch. Una obra imprescindible del s.XX.
Bien, pues un miembro de este sector de la profesión más tradicional, con el que hay confianza y me llevo bien, al verme con un libro, no dudó en fotografiarme para enviárselo a una amiga que tenemos en común. No se podía creer que yo leyera un libro. Aclaro que este hombre no tenía ninguna intención de mofa, humillación o similares, ni mucho menos. Realmente se pensaría que vivo todo el día en Instagram, hablando en anglicismos y bebiendo Juras.
No sé.
Así de despistada anda hoy en día la profesión. No pasa nada, ya les espabilaremos.
Epílogo: se supone que no leo más allá de lo que se vuelque en las redes sociales, y lo que pongan las etiquetas de los vinos, pero él no sabía quién era Iris Murdoch.
Imagen: Bill Strain // CCBY2.0
SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.