Dinamarca
Si en mi anterior texto, “Indignados por Indignar”, recuperaba una polémica veraniega, ahora voy con mi gran reflexión vacacional, la cual tiene una geolocalización muy concreta: Copenhague. Santiago Rivas
Al tener pareja y descendencia conviene aquello de buscar (para pasar ratos de puro ocio) destinos que no tengan mucho que ver con el mundo del vino, y así conversar, profundizar y enriquecer, aún más, nuestros vínculos sentimentales y familiares.
Planazo.
Dinamarca no es país productor de vino (algo hace, pero es irrelevante) y por tanto carece de bodegas o regiones vitivinícolas que visitar. Mi novia puede estar tranquila en Copenhague.
Allá que vamos.
Antes de cualquier viaje nos tomamos muy en serio la confección del listado de locales que visitaremos; mi tarea consiste en buscar, con especial énfasis, aquellos lugares con un cuidado diferencial por el vino.
En todas las ciudades de cierto tamaño, menos, quizá, en Sevilla (ciudad donde, o sus locales no aparecen en Google, o podemos asumir que no hay gran oferta), coexisten al menos unos cinco bares de vinos interesantes. Pues bien, al adentrarme en la capital danesa, me saltaban como 20. Al principio me pensaba que era una simple cuestión de que ellos consideran a casi cualquier cosa un bar de vinos, ya que al cotillearlos virtualmente, en todos observé un alto concepto estético, de lo más variado en cuanto a estilos, pero casi ninguno tenía colgada la selección vínica. Esto se traduce en que no pude discriminar mucho. Y en Copenhague que nos plantamos una tarde de sábado dispuestos a celebrar nuestro exitoso aterrizaje con una buena botella.
El primero que teníamos agendado era uno muy cercano al hotel, especializado en vinos naturales que es lo que más ofrecen los winebars daneses, y casi que me atrevería a aseverar los de países nórdicos en general. Llegamos, vemos que hay mucho buen vino, pedimos una botella y ahí que nos la pimplamos. Todo en orden. Lo llamativo ocurrió cuando, de camino a la habitación, empiezo a darme cuenta de que en nuestro barrio hay un bar de vinos cada 100 metros, una concentración nunca vista por mí en cualquier otra latitud. “Será que nuestra zona es la del vineo” me suelta mi pareja; y yo feliz porque ya nos veo visitando todos, uno cada noche, para bebernos una antes de dormir.
Al día siguiente, dedicado a la pura visita turística, empezamos a ver que lo de los bares de vino por todos lados es la tónica de la ciudad, obviamente no con tanta concentración como en la víspera, pero sigue llamando la atención. Como muchos son también tiendas y abren a las 11 o 12 de la mañana, me empiezo a meter en todos los que puedo para ver sus selecciones: son casi clónicas. La mayoría de los locales coinciden en un 70% de las referencias, todas naturales y todas de cierto culto. Alucinando, nos vamos a cenar esa noche a un enorme restaurante de pescado, muy urbano y cool, que me ofrece una carta de vino de un tamaño considerable con todo lo que os podáis imaginar en cuanto a colección unicornil. Una barbaridad.
La conexión con el sumiller, que resultó ser alemán, fue instantánea, y ya aproveché para que me sirviera de consultor sociológico. Visitando la bodega del restaurante, con más de 1000 referencias, le pregunté por el motivo del wineloverismo exacerbado danés, a lo que me contestó: “no te equivoques, esta gente bebería lo que le pusiéramos, les da igual; es un tema de que casi todos los distribuidores que hay aquí son de este tipo de vinos, porque además tienen dinero para pagarlos, pero estos (dicho con marcado desprecio) beberían cualquier cosa con alcohol que les pusiéramos, solo les importa que tenga alcohol.”
Así, este simpático sumiller explotó mi sueño, mi avistamiento de Arcadia vínica, mi tierra prometida. No son iniciados: beben Strohmeier porque es lo que les ponen.
Y aquí os dejo la gran duda de todo mundo como supermercado ¿La gente consume lo que le dan o le dan lo que consume?
Según nuestro ya amigo alemán, Copenhague es un experimento sociológico que verifica lo primero, lo cual sería esclarecedor, pero no sé si importable a Mediaset o Atresmedia.
Hoy son todo dudas y cero certezas.
Así os dejo algo en lo que pensar y entreteneros. Qué barato os salgo.
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