Santiago Rivas

El Bodeguero Flipado

Sábado, 04 de Febrero de 2023

Una vez dejada atrás la época navideña empiezan a aflorar saraos, festivales, presentaciones, ferias, catas, comidas, viajes… etc. Lo que es la vida de una WineStar. Santiago Rivas

De todas estas actividades, conceptualmente, mi favorita es la que involucra al bodeguero, o bodeguera, flipado, o flipada. Y es que el arquetipo del bodeguero flipado no conoce de género, nacionalidad, religión, edad, jerarquía, tamaño o solvencia. Es eminentemente transversal.

 

Puedes encontrarte a un bodeguero flipado en una bodega de vinos carísimos, también en las de enorme volumen y, por supuesto, en aquellas consistentes en un proyecto artesanal, incluso amateur, de pequeña producción, pero enormes pretensiones. Lo que sí les une es que se toman muy en serio a sí mismos.

 

[Img #21543]Pero, ¿Qué caracteriza a un bodeguero flipado? ¿Cuáles son sus técnicas de combate y movimientos especiales? Ahí voy con unas claves para detectar a un ser humano de esta estirpe:

 

- En primer lugar, presentan un arraigo descomunal con la región o municipio en la que producen. Lo mismo llevan viviendo ahí dos días, o se pasan por allí tres veces al año y residen en el barrio de Gràcia, pero se saben toda la historia del lugar desde la época de los romanos.

 

- Presentan un montón de vinos, por lo que sea el bodeguero flipado tiene un punto hiperactivo, nunca, jamás, se conforma con elaborar uno o dos vinos. No, tiene tantas ideas, y todas tan buenas, que mínimo vais a probar siete referencias diferentes.

 

- Su creatividad no solo es cuantitativa, que va, también es cualitativa en el sentido que ejecuta numerosas elaboraciones. Velo de flor, vinos naranjas o crianzas alternativas a la madera es síntoma de bodeguero flipado.

 

- Otra praxis, muy curiosa, que hacen es la de tener doble rasero con la xenofobia ampelográfica. Si ellos jamás se beberían esa merlot aragonesa, no dudaran en afirmar que su chardonnay sí la puedes comprar porque siempre estuvo allí, que es autóctona tú, ahí aprovechan para darte otra lección de historia.

 

- Sus vinos son siempre de mínima intervención, nadie sabe para qué están ahí entonces, pero ellos van muy intervenidos, mucho tatuaje, peinados imposibles, looks falsamente descuidados, colores extravagantes… todas señales inequívocas de elaborador flipado.

 

- Todo el rato utilizan el término locura, en plan: “este vino es una locura”, o “nos gusta hacer locuras”. Tú piensas que lo mismo saca un gallo de la maleta, lo raja con un cuchillo y montamos una misa negra de invocación a Azazel, pero qué va, al final la insania era que han utilizado raspón.

 

- También abusan de los movimientos musicales y culturales punk y funk. Si el elaborador flipado dice que sus blancos son muy “pank” (es que dicen pank), suele ser señal de volátiles descontroladas, brett o similares… que están malos vamos. Si lo describe como “fanky” (es que dicen fanky) hay más esperanza, a veces sí que están buenos.

 

- Luego no son tan transgresores y les preocupa bastante la opinión de los demás, no dudan en apoyar sus ideas a través de los puntos otorgados por guías de dudosa credibilidad.

 

- También, cómo no, les flipa Barolo o Borgoña. Al menos uno de sus tintos será el Vosne-Romanée gallego o el Barolo catalán. Luego es un Ribera del Duero más, pero les mola ponerse en esa actitud.

 

- Sus etiquetas suelen ser caóticas, es imposible enterarse de nada y a veces rotulan las uvas de manera rarísima buscando la sinonimia menos común. Poulsard de Toledo y tan a gusto.

 

- Y ya la última y la, sin duda, peor. Cuando ya crees que está acabando y nada más te puede sorprender va y suelta un “yo creo que mis vinos son muy bonitos”.

 

Y te quieres morir… o matar.

 

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