Noche ¿Buena?
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No quisiera ir de descreído, cínico o depresivo con las fechas que nos toca encarar, pero, ya lo siento, se vienen unos días muy difíciles, los peores del año si eres un apasionado de los vinos, un iniciado, un "winelover". Santiago Rivas
Creo que esto ya empieza a ser tradición en Sobremesa; una vez más voy con consejos para sobrevivir a la Nochebuena. Sí, es necesaria una actualización porque tanto los cuñados como otros seres del aperitivo, disponen de nuevas técnicas para desagradarnos, cada vez su kung-fu es más poderoso.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que esta noche, del género home invasion, empieza días antes, semanas quizá, con la selección de vinos ya que, por mucho que te odie todo el mundo, que te odia, tú eres el encargado de llevar las botellas porque eres “el que dice” que sabe.
Sin alardes, ni filigranas, no seas primavera. Trinca un albariño (para el marisco), un Ribera del Duero y un Rioja (a poco que seáis caben los dos), un espumoso (te lo van a pedir “para brindar”) y un dulce para maridar turrones, mazapanes y demás taponadores navideños de arterias. Que sea todo bueno; al fin y al cabo, tú también tienes que beber, no caigas en el odio autodestructivo, no merece la pena. ¿No ves que a ellos sí les gusta? Si llevas referencias putapénicas caes en una autolesión que solo te duele a ti. Ellos van a estar tan panchos.
Nunca lleves “cosas raras”, que básicamente es todo lo que se sale de lo anterior, a no ser que explícitamente te lo pidan. La única excepción es si viene en una botellita pequeña solo para ti, pero aun así, no te pongas pesado con que nadie lo pruebe.
Hoy no toca arriesgar.
Hablando de riesgos, por cierto: yo sé que, cada vez más, el personal sale de aperitivo navideño; ojo que ahí aún no ha empezado el partido y ya puedes ir perdiendo. No te enredes, no llegues tarde y, sobre todo, no aparezcas con una merla mitológica. Como llegues ebrio a este trance estás perdido, salvo si eres de los que les da por quedarse dormido. Esa no es mala opción; te insultan y maldicen, pero tú no te enteras.
Ahora, como seas del tipo de gente que se envalentona con el alcohol, date por muerto, se viene el rosario de la Aurora, llamadita nocturna al Samur y acabar en comisaría. Llegar con el puntete es otra cosa: estás más simpático, relajado y las andanadas pasivo-agresivas que te tiren no impactarán en tu autoestima.
Eso sí, si llegas pedal, mejor reconócelo; tú crees que no se nota, pero sí que se nota. Ese truco de sentarse apartado del resto de seres humanos sin decir palabra no cuela, además de que no va a ser posible. Confiesa y bebe agua, anda.
Una vez descorchado un vino, jamás preguntes qué les parece; nadie te va a decir que bien, como mucho te dirán que les recuerda al que ellos compran en el súper, ese del que, a principios de mes, hacen oferta de tres botellas por cinco euros. Ese es el que les viene a la cabeza bebiendo la botella de 30 euros que has traído.
Si en España se vendieran armas de fuego libremente, la Nochebuena canónica patria se parecería mucho a una película de “La Purga”.
Decía 30 euros porque ni se te ocurra llevar botellas de más importe; es un día para la relación calidad-precio. Una cosa es beber saneado por tu salud mental y otra es servir pepinos a semejante gentuza.
Eso tampoco.
Ni se te ocurra llevar vinos naturales, o serás tildado de comunista o satanista, a no ser que te vaya la marcha y que seas de esas personas a las que, simplemente, les gusta ver el mundo arder.
Como este año se va a hablar de política, de guerras, de economía argentina y de amnistías lo mejor es que, a ser posible, tu selección tenga alguna narrativa o historia con la que desviar la conversación, al menos para, insisto, que no acabéis presos y vuestra parte de la mesa esté entretenida y a salvo. Tampoco lleves artilugios vineros raros o especiales, y si la cena es en tu casa, guarda las copas caras, que alguno brindando, o dándole una hostia contra la mesa, se las carga. Es más fácil que una copa sobreviva al bombardeo de Dresde que a la ira reaccionaria de tus suegros.
Tampoco uses sacacorchos caros, coravines o similares; esa noche ese hardware tan útil se convierte en un invocador de gracietas, frases hechas y chistes homófobos. Sé condescendiente con los maridajes imaginativos. Si alguna de estas criaturas del demonio te dice que le pongas un poquito más de tintazo que le gusta mucho con el turrón, tú vas y se lo puto pones. No está la noche para una explicación de teoría de armonías.
Y nada: bebe, intenta compadrear con los más jóvenes de la casa, que suelen ser más majos y tienen acceso a videojuegos y drogas. Tampoco vayas de familiar enrollado y les des de beber o les eches una charla sobre vino; si tienen talento ya llegarán solitos.
Tú haz preguntas prudentes, responde estrictamente a lo cuestionado, sé simpático y bebe, en cuanto puedas vete a ver la misa del gallo con la copa en una mano y la botella en otra y quédate dormitando y marginado, en cuanto se pueda.
A esta cena se viene a no perder.
Si seguís estos consejos llegareis a la cama sin síndrome post traumático.
Creo.
¡Feliz Navidad, sobremesers!
¡Y mucha paciencia!
Imagen: Dorien Monnens // Unsplash
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