Vilabella y yo

Sábado, 13 de Julio de 2024

Me llevo bien con Vilabella, conmigo mismo, porque me parece que Vilabella es un vejete simpático que lleva los años con decorosa pulcritud y no ha perdido el sentido del humor. José Manuel Vilabella

[Img #23620]Vilabella, el otro Vilabella se disfraza de Vilabella para hacer simpas, admitir invitaciones y gorronear todo lo que puede a costa del prestigio literario de Vilabella. Por culpa del otro Vilabella he tenido que gastarme todos mis ahorros. Me llaman de restaurantes de todo tipo para decirme con todo respeto si puedo pasar por caja para sufragar las facturas pendientes. Y cuando al fin acudo, pido disculpas y sufrago lo comido y lo servido al otro Vilabella. Pago tarde, pero no dejo nada pendiente. Cuando Vilabella estuvo en la cárcel fue/fui un recluso modelo y los otros presos se acercaban y me/le decían: “Maestro, ¿qué le ha parecido el almuerzo de hoy?” y yo/él hacía una crítica somera. El rancho cuartelero es, en cierto modo, un preso más. No se come mal, pero las viandas que lo forman están tristes, algo desabridas, un poco insípidas. Las patatas a la riojana, que es receta alegre y cantarina, en la cárcel sufre la metamorfosis de ver pasar la vida a través de la celda enrejada. Vilabella, mi primo segundo, el tercer Vilabella, cuando sale de prisión duerme, desayuna, come y cena en mi casa y, para que no reincida, le doy diez euros diarios para sus gastos. Pero a los tres meses mal contados llega la policía y se lo lleva. Vuelve a la cárcel y al menú de la cárcel que le gusta más que mis comidas caseras. “Lo siento, primo, pero tu cocina me ahoga, no la soporto, me produce flatulencias porque tiene exceso de ajo y sabe una cosa mala a libertinaje”. Vilabella habla con el director de la prisión y pide quedarse en ella, le gusta la vida carcelaria. Don Delfín, el director, lo estima mucho porque Vilabella es más bueno que el pan, honrado a carta cabal y de todos los presos de confianza es el que más confianza le merece. Vilabella quiso quedarse a vivir en prisión, pero no lo dejaron, lo echaron, lo pusieron en la calle, en la puta calle. “¡No hay derecho!”, gritaba Vilabella. Vilabella lo pensó, se informó y con premeditación, nocturnidad y alevosía asesinó a Maximiliano Cruz, el conocido capo de la droga y le condenaron a cadena perpetua. Ahora es el secretario de don Delfín, su preso de confianza; tiene una celda enorme, es como un pequeño apartamento porque los narcos se la tienen jurada. A Vilabella las amenazas se la refanfinflan porque tiene el reconocido valor de los Vilabella. Vilabella, mi hermano gemelo y siamés, es un perdulario al que quiero con toda mi alma. Estuvimos unidos y compartimos mondongos variados, riñones, hígados, pulmones, corazón. Yo no sé si soy yo o soy él. Sé que soy Vilabella, pero no sé qué Vilabella soy.

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