Santiago Rivas

Vinos autoconscientes

Lunes, 26 de Diciembre de 2022

Al hilo de la publicación de mi debut editorial con “Deja Todo o Deja el Vino”, que supongo todos los sobremesers tendrán ya en su mesilla de noche, mucha gente me está pidiendo que desarrolle un concepto que menciono en uno de sus capítulos denominado “vino autoconsciente”. Santiago Rivas

Es cierto que nunca antes lo había utilizado, pero es que algo me tenía que guardar para el libro, por aquello de diversificar contenidos y bonificar a mis lectores. Por otro lado, estoy encantado de poder desarrollarlo aquí en esta especie de universo compartido que me estoy marcando.

 

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Por si algún despistado no lo sabe, o en atención a alguien que acabe de despertar de un coma de un par de años, en los últimos tiempos está cambiando el paradigma de consumo de vino, apareciendo, a través de consumidores iniciados (también llamados winelovers), el fenómeno de las referencias de culto de demanda muy superior a la oferta, con lo que, consecuentemente, su precio se inflaciona, además de vestir de elegancia, intelecto y poderío nuestras mesas y redes sociales. La aparición de estos fenómenos fue algo aleatoria en el sentido de que, siendo estas botellas elegidas vinos de gran clase, no es menos cierto que hay otros muchos que están a niveles parecidos y no acaparan tanta atención.

 

Es que tenemos que aceptar que hay cosas que pasan porque pasan, porque nos da por ahí; que la vida, dentro de un orden, es suerte y que el azar nos engaña haciéndonos creer que lo que nos ocurre es por algo, y no. Muchas veces, de hecho, las más importantes, no es así. Genera desasosiego esta falta de control pero, bien pensado, y una vez que le coges el truco, es de lo más reconfortante, te ayuda a no tomarte muy en serio.

 

Aun así, hay gente que se empeña el manipular el orden natural de las cosas intentando fabricar, en este caso, referencias encaminadas a llamar la atención del iniciado para que acudamos como polillas a la luz.

 

Hay vinos que son concebidos con esta intención: o serán de culto o no serán; eso es un vino autoconsciente.

 

Para identificar a estas marcas para flipados hay que estar a varias cuestiones:

 

- La primera es la región. Provienen de zonas en las que ya existen otros vinos de culto. Nunca veréis un vino gafapasta saliendo de Arlanza, Cigales o Ribera del Guadiana. Si en alguna región del estilo se diera algún caso, podéis andar tranquilos, estáis ante un fenómeno natural.

 

- La segunda es la variedad. La uva protagonista de nuestro sospechoso es autóctona, muy autóctona, no se puede ser más autóctona; si es rara, mejor, si estaba extinguida, ya el éxtasis. También viste mucho que sea un parcelario del que digan que no identifican variedades porque no saben ni cuáles son. Por tanto, si veis un vino iniciado con chenin blanc del Penedés también podéis ir con tranquilidad, cero artificialidad.

 

- La tercera es la producción. No podéis superar, pero bajo ningún concepto, las 5000 botellas de esa etiqueta; cuanta más nanoproducción, mejor, así se agota antes y genera ansiedad. Yo esta técnica la he aplicado a mi libro, que ya el mismo día de su puesta oficial a la venta estaba agotado. Soy un Overnoy literario.

 

- La cuarta es la etiqueta. Estos productores, muy pájaros ellos, van de que nada les importa y que en las redes sociales solo hay frikazos y niños rata, pero bien que piensan en que el diseño de su botella, packaging e imagen sea perfectamente captable en Instagram: cuidada tipografía, diseños limpios en los que predomina el blanco dejando el negro para las letras, añada visible y el espacio para el elaborador en un tamaño pequeño pero legible.

 

- La quinta es el nombre. No puede ser un juego de palabras, ni humor, ni chorradas: los vinos de culto son serios como tanatorios. Suelen llamarse como la propia parcela de la que vienen, en donde bonifica que el nombre suene muy rústico pero sofisticado. Si veis un parcelario llamado “Bollullos” también podéis ir con tranquilidad.

 

- La sexta, definitiva y más cantosa es el precio: por muy primera añada que puto sean, una botella de uno de esta estirpe no baja de los 45 euros.

 

He dicho.

 

Eso sí, que nazcan destinados a esta situación espectacular no quiere decir que no estén buenos; de hecho, si no lo están, su fiebre de consumo no durará gran cosa.

 

Aun así, id con cuidado, que los caminos wineloveristas cada vez se nos están poniendo más complicados, lo cual es una muy buena noticia.

 

 

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