Santiago Rivas

Pepinos y unicornios

Sábado, 25 de Marzo de 2023

"Sobremesers", vuelvo a la senda de la docencia. Estamos en plena época de ferias y saraos lo que conlleva coincidir con gente, mucha gente. Interactuando con seres humanos he comprobado de manera inquietante que hay tremendas dudas y confusión sobre la utilización correcta de conceptos que yo tenía por definidos, claros y superados. Pues resulta que no. Santiago Rivas

Se viene clase de refuerzo.

 

La problemática en cuestión radica en que estoy observando que mucho iniciado utiliza indistintamente los términos pepino y unicornio, cuando no son sinónimos, y otros, los menos y (vamos a llamar las cosas por su nombre) más torpes, hasta los han entendido al revés. Es cierto, como vais a poder comprobar, que ambos términos pueden tener subconjuntos coincidentes, pero pepino y unicornio son etiquetas destinadas a definir, con una sola palabra, dos diferentes estatus de una botella.

 

Vamos a ello: el pepino ya quedó definido en esta misma cabecera. Ahí explicaba la utilidad de este concepto dada su funcionalidad generadora de seguridad jurídica a la hora de llevar vino a una wineparty, esa entre otras muchas finalidades.

 

[Img #21697]En el mencionado texto ya señalaba, de manera inequívoca, que un pepino tendrá un precio mínimo de 50 euros por unidad; por debajo de ese precio no puede haber pepinismo, salvo alguna excepción muy residual que ya expliqué en su momento. Si os poneis pejigueros, una botella que se acerque mucho a ese coste también puede ser considerada dentro de la estirpe.

 

Esta es la parte objetiva del concepto. Ahora vamos con la que genera confusión, la subjetiva. Y es que no solo el precio conjuga un pepino; hace falta que, además, sea un vino atractivo para un winelover. No todos los vinos de 50 euros son pepinos, pero todos los pepinos tienen que costar, al menos, 50 euros.

 

¿Queda claro?

 

Ahora vamos al unicornio; este concepto es mucho más sencillo, ya que hacemos referencia a este animal mitológico cuando estamos delante de una botella que es muy difícil de conseguir. Pero mucho. Por tanto, no ubicamos al unicornio por su precio, sino por su accesibilidad. Obviamente, al ser tan difíciles de ver y, por tanto, de comprar, suelen tener precios altísimos (muy por encima de los 50 euros) pero no es condición sine qua non (jejeje).

 

De hecho, un unicornio no tiene ni que estar bueno. Es rarísimo que en una botella muy demandada no subyazca calidad y jerarquía contrastadas, pero vuelve a no ser un requisito que vertebre este concepto. Es posible la existencia de un unicornio nada winelover, pero eso, por su propia naturaleza, es imposible que se dé en el pepino.

 

El problema es que muchas veces coincidirán: un unicornio en su manifestación usual será un vino de clase mundial con un precio de tres cifras (como mínimo).

 

Un pepino siempre va a estar bueno, pero puede que sea un vino de fácil acceso; hay pepinazos que son facilísimos de ver, conseguir y beber.

 

Resumiendo: un pepino puede ser un unicornio, pero un unicornio puede no ser un pepino. Y un unicornio puede ser un pepino, pero un pepino puede no ser un unicornio.

 

¿Más claro ya, chavalada?

 

Pues venga, a la calle a utilizarlo bien que me ponéis muy nervioso.

 

No tenéis excusas.

 

 

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