La gente del sol

La historia es una narración de ficción. Conocer el pasado deviene en un imposible.
La motivación por la que escribo este texto, o saber en lo que estoy pensando ahora mismo, solo lo sé yo, por lo que, si me pusieran un testigo, aquí y ahora, conmigo, el único ejercicio que podría hacer es el de intuir mi pensamiento. Especular.
Santiago Rivas
La historia es un cuento de quien la escribe, por muy cerca y contemporáneo que sea del suceso por explicar. Incluso en una autobiografía deberíamos acercarnos con todas las precauciones; y eso sin traer a colación aquellos casos en los que el argumento se construye con años, décadas o siglos de distancia.
El problema es que normalmente esto no lo tenemos muy presente, y como siempre jugamos a inferir el futuro atendiendo al pasado, este, al ser ficticio, nos puede llevar a lugares muy equivocados. Es que es imposible abstraernos de que lo mismo no hay un pasado como tal, o no uno conectado con el presente.
Desde hace unos años, yo, y muchos otros divulgadores antes, venimos indicando, cada uno con su léxico, que estamos ante la época del fresqueo. Sobre todo en tintos. Fresqueo entendido como vinos con limitada intervención en bodega en un intento de dejar la expresión del viñedo lo más pura posible en la botella. Fresqueo no es vino sin pretensiones, para nada. Es aquél que es fácil de beber, pero no por falta de matices, sino porque nada ajeno a lo que es el fermentado de fruta monopoliza la copa. Fresqueo es un tanino suave, una estructura alejada del barroco de las extracciones salvajes, una acidez vinculada a su latitud, pero presente, y una aversión pronunciada a las sobremaduraciones o puntas alcohólicas.
Eso es fresqueo.
Mucho winelover piensa que esto es una tendencia, observando la actual situación con recelo, mientras supone que ya volverán los oscuros tiempos del petróleo que tanto se llevaba en este país desde mediados de los 90 hasta hace unos diez años y que volveremos a adorar. Y lo supone porque cree que la historia existe y es cíclica. Y que igual que vuelve el pantalón campana volverán los vinos de densidad mercúrea. Yo creo que se equivocan.
Igual que la moda se ajusta a criterios estéticos, la época del vino de cemento coincidió con un momento histórico nacional difícil de repetir, en el sentido de que, para que volviera, nos tocaría involucionar.
Coincidió con un país tan en busca de una identidad moderna vinera, que prefirió ir al lugar equivocado acompañado que al correcto en solitario. Pasa mucho. Nosotros pensábamos que bebíamos vino, pero eso no era vino, eso era imitar la peor cara de Burdeos, la que quería agradar a la crítica más hortera, la que confundía peso con calidad.
Por efecto Lindy, ninguna estupidez sobrevive al paso del tiempo, por lo que, una vez que nos dejamos de complejos, viajamos y probamos todo lo que se hace en el mundo, nos hemos dado cuenta de la que teníamos liada.
El fresqueo no es una moda que sustituyó al chapapote, no.
El vino es fresqueo; la historia, un paisaje.
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