¿Quién se lo bebe ahora?
A mí, que soy tan partidario de establecer analogías entre los comportamientos vineros y cualquier otro tipo de subtrama sociológica, me resulta muy oportuna toda la polémica generada con el programa de RTVE llamado ¿Quién se ríe ahora? Santiago Rivas
En él, un grupo de cómicas de contrastado talento se la pegan intentando señalar todo lo que está mal, desde un punto de vista social, en el humor de hace unos años. Lo que viene a ser un ejercicio de anti nostalgia.
No solo atizan con su falacia narrativa al cómico de turno y a sus chistes, sino que, al contextualizarlo en la época, vienen a inferir que nos reíamos con los chistes de Arévalo porque todos éramos homófobos e insensibles con las dificultades en el habla, o que disfrutábamos mucho con la violencia de género ya que Gila hacía mucha gracia con el gag de “he matado a mi mujer”.
Gila, sobremesers; un tipo que no paraba de hacer chistes con la Guerra Civil, a la que sobrevivió; una de las veces, haciéndose el muerto entre los cadáveres que sí había abatido un pelotón de fusilamiento del que le tocó ser el blanco. Ese Gila. Vais a hablarle a Jesucristo del agua bendita.
No creo que sea este el foro, pero dar a entender que reírte con una temática te convierte en militante de su causa es de una estupidez que espanta.
Pero bueno; dejo de lado este irritante tema del que solo me molesta que las que lo hacen (con dinero público) están más que capacitadas para hacer cosas más divertidas, sobre todo dejando las lecciones de ética anacrónica para sus sobremesas cuñadas. También el sector recién incorporado a la doctrina winelover podría dejarse la condescendencia en su casa y en un ejercicio de empatía, comprensión y cultura, al que no parecen estar acostumbrados, respetar los vinos que se bebían antes de ellos, en una época pre-wineloverista.
Esto no quiere decir que defienda los vinos extraídos, parkerizados, de “alta expresión” que se decía (y algún despistado sigue diciendo), de tanto éxito en la década inicial del segundo milenio; pero es que, en muchos casos, era lo que había. Aunque os parezca increíble, a finales de los noventa y principios del dos mil no había tanta información ni tienda donde comprar Overnoy, Ponsot, Foillard, Leroy o similares. El acceso al mercado era mucho más reducido, no había tiendas online tocaba comprar guías, por lo que estas eran mucho más influyentes que ahora.
Un fenómeno como el de la guía The Wine Advocate de los ochenta y los noventa, en el que el gusto de un señor modificó globalmente el estilo de los vinos, ya no se podría dar dada la atomización universal de la prescripción, las redes sociales y la cuestión #winelover. Todo ello sin infravalorar el papel actual de esta y otras guías que siguen teniendo una gran influencia en los mercados; pero ya, ni mucho menos, monopolizante.
Por otra parte, aun así había aficionados que se las ingeniaban para echar su tiempo en probar otras cosas. No infravaloremos las capacidades de nuestros antecesores, que la evolución de esa gente es la que nos ha traído hasta aquí. Por muy oscura que haya sido una época, siempre ha tenido momentos de paz y lucidez, lo que pasa es que un historiador, o periodista, prefiere centrarse en los momentos de conflicto. Seguramente sea más curioso contar la historia de una ciudad desde la sala de urgencias de un hospital, pero creo que ese sesgo nos va a llevar a una composición de lugar equivocada aunque, sin duda, más espectacular.
Por todo esto, me enervo especialmente cuando oigo a un sumiller decir que en su restaurante no hay las “cuatro erres” (Rioja, Ribera del Duero, Rueda y Rías Baixas) y a un winelover poner en duda a otro porque hace veinte años bebía vinos castoreados cuando aquel aún estaba bebiendo Trinaranjus. Gente que se cree muy guay por beberse cuatro vinos de culto que ha visto en Instagram (su principal fuente de conocimiento), o que te sueltan un: “no voy a beber un vino de esa bodega porque, si ahora dan pena, la que darían en sus inicios…” Esa superioridad moral recubriendo ignorancia. Pensar que todo lo anterior era fatal.
Consejo a modo de conclusión: déjate de tanto mirar a los demás y pon tus ojos sobre la copa, que, anda que no te queda...
So risión.
SOBREMESA no comparte necesariamente las opiniones vertidas o firmadas por sus colaboradores.



