César Serrano

La sonrisa de Ernesto

Viernes, 28 de Enero de 2022

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A Ernesto Corchado García se le habían apagado las palabras, también la mirada y las risas, y hacía ya tiempo que su cuerpo no era más que un saquito de piel cada día más transparente, y en el que solo parecía tener vida un corazón que cada vez se escucha más bajito. César Serrano

Todo comenzó hacía ya mucho tiempo, un día de lluvia que salió a la calle y caminó bajo un frío aguanieve durante horas sin saber cómo regresar a casa.

 

[Img #20213]Después vendrían otros viajes a ningún sitio, a la desgana, al abandono y así hasta un infinito donde todo era oscuro y donde no parecía llegar la luz de las palabras de su nieta María Corchado Aparicio, que en otro tiempo tanto le ayudaron a caminar. Y ahí, en ese tiempo de oscuridad y silencios, María queriendo romper el muro del olvido a través de caricias, de palabras que buscan alguna misteriosa y escondida puerta en el alma del abuelo al que siempre llama Pichón, pues era así como el abuelo firmaba las cartas de amor que durante el servicio militar escribía a la abuela Argimira Dato Cortés.

 

Fue un día en el que la nieve caía mansamente sobre los tejados bermejos de Picote, y mientras merendaba un humeante chocolate acompañado por unos buñuelos de boda, cuando María comenzó a leer las cartas de amor que la abuela Argimira había escrito durante la larga ausencia del abuelo en los tiempos del servicio en el cuartel de regulares González Tablas de Ceuta.

 

“Querido Pichón, te escribo con la hoja del calendario del mes de noviembre arrugada, la he arrugado con rabia y he pensado cosas muy feas de ese capitán Antúnez que no te dio el permiso para que vinieras por tu cumpleaños. Son ya casi seis meses sin vernos, sin tocarnos las manos bajo la camilla mientras la abuela da cabezadas en su duermevela del que sabes que nunca nos podemos confiar. Ha sido empezar a escribirte y ya comienzan a subirme los colores de las cosas que me imagino si estuvieras aquí, mi querido Pichón. El domingo fui al cine, por fin han puesto West Side Story. Me gustó mucho, pero más me hubiera gustado que estuvieras aquí y verla juntos, pero… ¿sabes? Te soñé bailando, besándonos como lo hacen Tony y María. Y te soñé tanto que ahora cuando te escribo siento mucha vergüenza, he pensado hasta en confesarme, cosa que no he hecho pues creo que los sueños no pueden ser pecado. Te amo, Pichón, y serás siempre mi ardiente soldado al que se rendirá mi alma, mi cuerpo, todo mi ser, amado mío…”.

 

Fue un instante, un solo instante en el que le pareció ver que el abuelo Ernesto sonreía al escuchar las palabras de amor que le llegaban de una vieja carta. Junto a la sonrisa, en los apagados ojos del abuelo aparecieron las lágrimas. A los ojos de María pareció llegar la lluvia, y en medio de esa tormenta tomó un trocito de buñuelo, lo bañó en el chocolate y lo llevó a la boca del abuelo. Caía la nieve sobre los bermejos tejados mientras ella, María, atrapaba los susurros entre Argimira y Ernesto.

 


 

Buñuelos de boda

 

Ingredientes

 

  • 8 cucharadas soperas de harina
  • 1 vaso de agua con una pizca de sal
  • 1 cucharadita de bicarbonato
  • 4 hojas de hierbabuena muy picadita

 

Preparación

 

Comenzamos mezclando en un bol todos los ingredientes hasta conseguir una masa homogénea y ligera, que pondremos en una jarra que nos permita verter cómodamente la masa en una sartén honda con abundante aceite. Con el aceite caliente comenzamos a dejar caer la masa haciendo ruedas que retiraremos con una espumadera cuando estén doradas.

 

Estos buñuelos han de consumirse calentitos, pues fríos pierden toda su textura.

 

 

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