La lengua de las bicicletas
Aquilino Gorriti Jiménez tiene su cara marcada por las cicatrices del tiempo, la lluvia, el sol, el frío helador de los grandes descensos tras coronar alguno de los puertos de las rutas del ciclismo internacional. César Serrano
Hoy, pasados aquellos días de dolor y gloria, consume sus horas de chiquiteo por las viejas tabernas del casco de Gurutxe. “Yo fui gregario del gran Agostinho, el portugués Joaquín Agostinho, yo fui quien tiró de él en la subida del Alpe d'Huez hasta coronarlo”.
Ésta es una de esas historias que cuenta a cualquier miembro de cualquier cuadrilla que se le acerque invitándole a un txikito. Les habla de cómo rescata las bicicletas herrumbrosas que se encuentra atadas con oxidadas cadenas a las farolas, de cómo, tras liberarlas y cuidarlas, le hablan de los paisajes que recorrieron, de quiénes movían sus pedales. “Una de esas bicicletas que rescaté fue la de un hombre que conocí siendo yo un muchacho. Era una BH. Con ella Ander Anchorena Guevara acudía llevando amarrado en un pequeño portaequipajes un acordeón con el que animaba bailes en los caseríos los días de boda. La encontré encadenada a la verja de las Hermanitas de los Pobres de Gurutxe, donde Ander llegó un día para quedarse, mientras su BH parecía esperarle cada día. Cuando la llevé a casa me contó que Ander era un buen hombre, que durante años mantuvo un apasionado amor con una mujer que conoció el día que ella se casaba, y que ya aquel día la muchacha parecía traspasarle con la mirada. Se amaron durante años aprovechando que ella iba cada jueves con una cesta de huevos al Mercado de Gurutxe.
Pero la historia que le emocionó hasta el sobrecogimiento es la de una pesada Orbea que le dijo haber llegado del sur luminoso, donde crecen los olivos. "Llegó tras largas pedaladas de un joven moreno, de labios carnosos, ojos negros, cabellos ensortijados y voz alegre. Me contó que, al poco tiempo de su llegada a la ciudad, en las fiestas de Ibarrecolanda, el joven bailó con una gaztea hasta casi la medianoche, y que al día siguiente la acompañó a misa y al cine, así durante días y semanas, y de ahí, el no saber qué hacer sin el otro". Después vendría el embarque en la pesquera del bonito, la primera arribada el reencuentro, los besos a escondidas, el buscarse las manos, las lágrimas de amor, la despedida, la angustia que siempre trae la mar. No se vieron más. La mar se tragó a la frágil bonitera y con ella a los quince arrantzales del Begoña. Y de nuevo, la tragedia, esta sería el día del Carmen cuando ocurrió algo que ningún viejo arrantzal olvida. Ese día del 63 el cielo se puso negro hasta ocultar el sol y una fuerte galerna comenzó a azotar la costa. Fue en uno de esos azotes del mar sobre el espigón de poniente de Gurutxe cuando al arrojar un ramo de claveles rojos al náufrago enamorado, la mar se llevó con ella a la bella gaztea.
“Cuentan las gentes de la mar que desde ese día se les puede ver nadar juntos por mares y océanos, y que cada día de Nuestra Señora del Carmen juegan con las olas que acarician la ensenada de Gurutxe. No son fantasías, o sí, pero yo solo sé que me fueron contadas por las bicicletas”, dice mientras le pide a Ainhoa la guisandera de la taberna que le prepare una tortilla de bacalao.
Tortilla de bacalao
Ingredientes
- 300 g de bacalao
- 1 cebolla
- 1 pimiento verde pequeño
- 6 huevos, perejil
- aceite de oliva virgen extra
- sal
Preparación
Desmigar el lomo de bacalao ya desalado; picar la cebolla y el pimiento en juliana fina; esparcir una pizca de sal y pochar hasta el punto de casi caramelizar; retirar y dejar escurrir. En un bol, mezclar con los huevos y el perejil picadito; echar en la sartén, que habremos calentado antes, un buen chorro de aceite; mantener un minuto a fuego fuerte y dar la vuelta; hacer al gusto.
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